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(87) ASPECTOS DEL MOVIMIENTO MISíONERO (1618-)650) 39 ventos )), y además porque los jesuitas y observantes a quienes estaba confiaba la evangelización de aquella zona disponían de más medios que los Capuchinos para llevar a cabo la obra; y finalmente porque « sería novedad perniciosa )) admitir los des– pachos de Propaganda Fide, que presentaban los misioneros. El licenciado Juan González rebatía las razones de sus colegas, recordando que la obligación principal del Rey era la con– versión de las almas, y luego añadía: « Además que los Capuchinos, cuya virtud y austeridad de vida es tan grande, no les lleva otro fin que el mayor servicio de Dios y no intentan fundar combcntos ni adquirir riqueza;,, pues su pTo– fesión y santo instituto es tan contrario a ellas; y que pa1·a La com– bcrsión de aquellos bárbaros que tienen creído que lo que queremos es llevarles sus bienes, convienen los Capuchinos por su conocido desinterés; y además Su Magestad quiere más un indio comhertido que millones por la fuerza o .el temor, pues sabe muy hien que siendo violentada la voluntad no puede haher buena comhersión; y lo que... tiene entendido de la virtud de esto;; religiosos Ie ha obligado a dar estas razones a Su Magestad para que de licencia para embarcar en los primeros g,aleones a los doce religiosos que quieren ir al Río Ma– rañón a predicar el santo evangelio. Y aunque estén encomendadas dichas misiones a otras Ordenes, no estarán de más los Capuchinos... y el derecho que tienen otras comunidades no e;; privativo; y siendo el celo de la mayor gloria de Dios lo que }e¡.; mueve y no su propio interés, recibirán con grande contento tan buena ayuda par.a prose– guir su santo intento » (10). Ciertamente, esta brillante apología merecía los honores del triunfo; sin embargo, triunfo la tesis del vicariato regio. Felipe IV, a quien el Conse,io remitió el informe el día 20 de febrero, in– fluido por el parecer de la mayoría de los consejeros mantuvo su posición negativa, que no era la que le dictaba su corazón, pues, según escribía el P. Andrés el 20 de marzo a la S. Congregación, ((Su Magestad, como Rey tan cathólico y piadoso, me respondió con mucha afabilidad y singular affecto (me dijo que) atendería a todo lo posible )) ( 11). Y aleccionado por tan dolorosa expe– riencia rogaba a Propaganda Fide que la nueva misión que ahora pedía no fuera << de las que se estiende la autoridad de los Reyes de España, porque no allemos el mismo o semejante inconveniente )) ( 12). Este temor no era infundado. El problema se planteó de nuevo en el mes de diciembre de aquel año al debatirse en seno (10) Informe del secretario del Consejo Gabriel de Alarcón sobre la peti– ción del P. Andrés de Conce:ntaina, Madrid, 20 de febrero 16.:16, ed. por l!'RoIÜN, DE RIONEGRO, Origer~es de las mi.~iones de los PP. Capnclii.nos en Amér.ica, p. 1 sig., Pontevedra, 1931. (11) Arch. Prop. Pide, Scritture antiche, vol. ll0, f. 28. (12) Cf. ibid. Lo mismo decían algunos religiosos de Castilla el 6 de marzo del citado ano 1646: « Haviénd1}nos de embiar despachos para la missión que pe– dimos, sea para tierras ,de infieles ,que no •pe·rtenezean al Rey de España )), Cf. ib,id., vol. 110, f. 11.
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