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CELEBRACIÓN DE LA INMACULADA 313 prox1ma a la Biblia y a las vivencias religiosas de la Comunidad. La teología sistemática, mientras no se indique otra cosa, se fija con preferencia en la dimensión óntico-noética del «misterio», lo que contempla como una realidad y ;como una verdad lógica que no nos es accesible en su existencia y en su íntima estructura. Nosotros, sin abandonar esta acepción, en la presente refle– xión damos preferencia al sentido originario del «misterio», la indicado por el texto de Ef l,.1-14 y paralelos. 2 En el sentido originario de la Biblia el «misterio» hace referencia a algo dinámico, operativo es la decisión de la voluntad del Padre de llevar los hom– bres a la participación de su vida divina en Cristo. Decisión que es calificada como misterio (oculta, secreta, llena de sagrado silencio) por ser libérrima, del todo gratuita, espléndidamente generosa por parte del Padre; insospechada para la inteligencia y para el propio deseo humano. Este Misterio o amorosa Deci– sión del Padre es infinitamente fecundo y creador y tiende a manifestarse. Toda su actividad creadora y difusiva se concreta, en primer término, en Cristo, en su persona, su mensaje, su acción. Lo que llamamos el Misterio de Cristo no es más que la concreción en una persona y en un acontecimiento: Jesús y su Muerte-- Resurrección, del Misterio del Padre que quiere manifestar su poder a favor de los hombres. El Misterio-Decisión del Padre se desglosa, encarna e historifica sus virtualidades en una serie de misterios-acciones, acontencimien– tos, palabras salvadoras de Dios a favor de los hombres, en lo que llamamos historia de la sal1·ació11. Tenemos, en primer término, desde el punto de vista cualitativo, los misterios de la vida de Jesús: encarnación, nacimiento, predica– ción, muerte y resurreccón, envío del Espíritu, venida final de la historia. En ellos, según indicamos, se historifica y desvela la secreta y amorosa Decisión, el Misterio del Padre de hacer a los hombres copartícipes de su vida divina. Dentro de este Misterio, de su virtualidad infinita y, más próximamente, dentro del Misterio de Cristo, se circunscribe lo que llamamos el Misterio de María: el Padre, en el mismo Designio con que eligió a su Hijo predilecto para ser el supremo glorificador y amante de la Trinidad y el mediador de la gracia de Dios para con los hombres, eligió a María, con un amor superior al que tuvo para con ninguna de sus criaturas, complaciéndose en ella con señaladísima benevolencia. Y como el amor de Dios es creador y fecundo, por eso, desde el primer instante de su ser, enriqueció a María llenándola de los dones y carismas celestiales más que a los ángeles y a los santos y la hizo tan pura y tan santa como, después de Dios, nada mayor puede pensarse. 3 Este texto de la bula Ineffabilis recoge la mejor tradición clásica y es ahora ~ Sobre el «misterio» tal como aquí lo insinuamos puede verse, A. VILLAMONTE, El «Myste– ri11m Chrúti » del Vaticano II en perspectiva escotista, en «Naturaleza y Gracia» 13(1966)215-268. :i Bula «Ineffabilis Deus», en Hilario MARÍN, Doctrina Pontificia. IV. Documentos Marianos, Madrid 1945, nr. 269.

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