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312 ALEJANDRO VILLALMONTE dirección, un grupo creciente de teólogos ha optado ya por la eliminación y superación (en el sentido de una Aufhebung) de la vieja creencia. La pregunta que, en vista de la nueva circunstancia, surge espontánea es ésta: ;la nueva figura del pecado original afecta, y en qué medida, a nuestra comprensión correcta del misterio de la Inmaculada? Sobre todo, si nos fijamos en la segunda de las alternativas, la pregunta resultará preocupante para algunos. En este contexto se mueven las reflexiones que aquí proponemos. Reflexio– nes que, además, están enmarcadas dentro del número monográfico que «Ephe– merides Mariologicae» dedica al problema desde varias perspectivas. Por este motivo ciertas cuestiones previas, concomitantes y consecuentes a nuestro estu– dio, son remitidas a los otros trabajos que aquí se publican. El tema de las relaciones entre el pecado original y la Inmaculada he tenido oportunidad de tratarlo en más de una ocasión. Por este motivo, la presente exposición es deliberadamente rápida y esquemática en los razonamientos. Una explicación más cumplida de varias afirmaciones gue aquí se presuponen hay que buscarlas en estos otros trabajos anteriores. 1 1. EL «MISTERIO» ESCONDIDO DESDE LOS SIGLOS EN DIOS El objeto de cualquier celebración festiva de la Iglesia es siempre alguno de los misterios de nuestra redención. Pero estos misterios, siendo varios en su representación y contenido inmediato concreto, todos se fundamentan y son como modulaciones del Misterio por excelencia, mencionado en el comienzo de la carta a los Efesios: el secreto Designio del Padre, lleno de generosidad, liberalidad y benevolencia, de favores celestiales y terrenales a favor de los hombres en Cristo (Ef 1, 3- 14). El creyente debe bendecir, entonar un himno de acción de gracias, de alabanza al Padre porgue le ha notificado y ha realizado en él «el Misterio de su voluntad». Más aún, todo el ser del cristiano debe transformarse en un himno a la espléndida generosidad de Dios (v. 6. 12.14). Al querer hablar del misterio de la Inmaculada, parece impensable tomar este alto y radical punto de partida. El marca básicamente la orientación que damos a esta reflexión teológica: una orientación preferentemente latréutica y glorifi– cante, caritológica, distinta de la orientación soteriológica y hamartiológica que suele ser más corriente. En el lenguaje específico de la teología sistemática la palabra «misterio» tienen connotaciones distintas a las que son corrientes en la Liturgia, más 1 ALEJANDRO DE VLLAMONTE; La teología del pecado ori!(inal y el do!(ma de la Inmaculada, en Salmanticensis 22(1975)25-58; id., El pecado original. Veinticinco años de controversia: 1950-1975, Salamanca 1978, págs. 521-526; id., /Pecado original o santidad ori!(inaria?. en «Estudios Fran– ciscanos», 82(1981)269-381, espec. 354-357. Espec. en el primer trabajo se comentan opiniones de otros autores.

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