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CELEBRACIÓN DE LA INMACULADA 339 redimida en la cual la virtualidad vivificadora del Misterio de Cristo alcanza su máxima manifestación por nosotros conocida en la historia de la salvación. 3. El máximo amor de Dios Padre es fecundo y creador. Por eso en María Inmaculada tenemos ya plena realización protológica de la nueva creación, «maravillosamente colmada de todos los celestiales carismas sacados del tesoro de la divinidad» (Bula «Ineffabilis» ). 4. Desde la plenitud de la vida divina recibida, aparece María radical y totalmente preservada del influjo de los poderes del pecado, en cualquiera de sus manifestaciones en la historia humana. 5. La referencia a esta forma típica de manifestarse la fuerza del pecado, el «pecado original», es necesaria para estudiar el dogma de la Inmaculada en su dimensión histórica. También para la recta interpretación histórica de la bula «Ineffabilis». Recordando que para toda captación humana de la verdad el captarla en su dimensión histórica es, a su vez, imprescindible. Si el misterio de la Inmaculada lo contemplamos desde el interior, desde sus contenidos propios y esenciales, tanto en el polo positivo de plenitud de gracia, como en el polo negativo de preservación de todo pecado, la referencia al pecado «original» la denominamos meramente coyuntural, contingente, circunstancial, episódica, accidental, debida a circunstancias históricas transito– riras. Acumulamos intencionadamente los calificativos. 7. Hoy día, desde nuestro propio horizonte mental-teológico, honda y ampliamente diferente del horizonte cognoscitivo y afectivo en que fue discu– tido y definido este dogma, la referencia explícita del pecado «original» me parece innecesaria del todo. Incluso perturbadora, pensando en ciertas formas ultrancistas de tratar el tema del pecado original, todavía existentes en la teología católica. 8. Sin embargo, si la fórmula «pecado original» no se utilizase como magnitud teológica que exprese la situación objetiva, real, óntica de pecado en el hombre, sino como símbolo-cifra de la tendencia al mal ínsita en todo ser humano; y de tal tenencia ínsita se quiere excluir a María: la exención de tal «pecado original» es parte integrante del privilegio mariano. Es reasumir, en otro lenguaje, la convicción tradicional de que María fue liberada del fomes del pecado. Pero no hay que perder de vista las peligrosas resonancias de tal fórmula: «vestigia terrent! » Ciertos espíritus necesitarían la vieja fórmula como punto de empalme -a través del simbolismo- entre la antigua y la nueva formulación del misterio de María. 9. La concentración de toda la perfección sobrenatural de María en el «prestigioso y divinal» primer momento de su existencia, no debe interpretarse como una figuración mágica o una idealización romántica. María, Purísima en su concepción, es el icono protológico, la realidad-símbolo de la Nueva Creación,

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