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EphMar 35 ( 1985), p. 311-340. QUE ES LO QUE CELEBRAMOS EN LA FIESTA DE LA INMACULADA ALEJANDRO VILLALMONTE Cuando empezó a extenderse por Occidente· la fiesta de la Concepción de María, no tardarón los teólogos en hacerse preguntas sobre el sentido de la nueva celebración: su legitimidad, fundamento, contenido; cómo encuadrarla dentro del contexto general de otras verdades de fe. Es sabido que el mayor impedimento provenía de la doctrina del pecado original en que nacería todo hombre: lex communiter conceptorum. 1 Dificultad que, a su vez, enlazaba por el fondo y no sólo lateralmente, con importantes afirmaciones cristológicas: la singularidad de Cristo, único ser humano del todo exento de pecado; su digni– dad de Redentor universal de todo hombre que llega a este mundo. El encuen– tro entre ambas verdades -pecado original e inmaculada concepción de María-, fue áspero, conflictivo en la conciencia de la Comunidad de los creyentes durante varios siglos. Ahora podemos pensar que Dios escribía dere– cho con líneas torcidas. Aquellas farragosas, seculares discusiones provocaron el notable enriquecimiento de la teología de la Inmaculada, tal como hoy nos es dado expo_nerla. Después de la definición del dogma de la Inmaculada en 1854 la conviven– cia de ambas verdades fue pacífica. Incluso de mutuo apoyo, según se pensaba, ya que la doctrina del pecado original, desde la negatividad, dialécticamente ilustraba el dogma mariano; y el hecho de la exención de María del pecado original, «por singular gracia y privilegio», reafirmada la común ley del pecado a que estaría sujeto todo hombre al entrar en la existencia. Pero, a partir de hace unas décadas surgen, de modo inesperado, nuevas tensiones. También esta vez provienen de la parte del pecado original, pero en sentido contrario. Durante siglos el rigor de esta doctrina no toleraba la afirmación de una concepción inmaculada para María. Ahora, la debilidad con que la figura del pecado original es presentada por los teólogos católicos hace pensar en otro tipo de dificultad. La debilidad del «pecado original» consiste en que su figura aparece notablemente desdibujada y hondamente transformada en la hodierna teológica católica. Hecho que invita a preguntar si, la nueva figura del «pecado original» -por lo demás tan pluriforme--, es homologable con aquel pecado original propuesto por la tradición agustiniana y tridentina. Avanzando en esta

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