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334 ALEJANDRO VILLALMONTE expresar, todavía hoy, en el lenguaje del símbolo, la gratuidad absoluta de la gracia, la generosidad e iniciativa libérrima del Padre, la disponibilidad total de María en manos de Dios para la misión peculiar en la historia de la salvación. 18 Este recurso al lenguaje del símbolo -e incluso del mito en el sentido noble que la palabra tiene en la moderna ciencia de las religiones- nos recuerda el valor del mito de los «prestigiosos y divinos orígenes» de las cosas, institucio– nes, celebraciones, hombres privilegiados. Lo primitivo y originario, el inicio de los seres nos sugiere la pureza e integridad, la plenitud germinal de la creación primera y de la novísima, por suponerlo siempre bajo la presencia e influencia privilegiada de la divinidad. Allí, en los orígenes, es donde las cosas manifiestan su mejor y más noble modo de ser. El instante primero-originario– primordial el instante simbólico-real del comienzo fecundo y creador de las cosas, es el manantial que sigue fecundándolas y alimentándolas durante toda su existencia. Incluso en la filosofía tiene repercusiones este modo simbólico– mítico de ver los orígenes, ya que la pregunta por los orígenes se torna en la pregunta por las causas de las cosas que las hacer ser y por las cosas mismas: los comienzos originarios (arjái) son las causas de la realidades (aitíai). No es este momento para entrar en ulteriores reflexiones. Pero sí merece recordarse, siquiera sea de paso, lo que a este respecto dice una «teología de lo originario», «teología del principio». Teología que, a su vez, se funda en las experiencias originarias, primitivas del hombre sobre el prestigio de los divinos orígenes. 19 Cuando en la teología de la Inmaculada se insiste en la santificación de María desde el principio de su existencia, o el concepto de princip¡o supera necesariamente el concepto de tiempo puramente formal, externo, la idea de una duración respecto de lo que en ella se da. Aquí se quiere significar que «el todo (la existencia entera de María en el caso), está en cada momento determi– nadao por el principio; éste confiere previamente al todo la existencia y las condiciones de realización que en ella se dan. El principio se presenta así como '" Esta celebración simbólica de toda la santidad de María en el primer instante no invalida, de suyo, la cuestión del progreso en santidad de la Llena-de-gracia. Pero me parece que rompen la seriedad del símbolo y, en consecuencia, de la reflexión teológica, los que rodean el primer instante a María de una interminable serie de milagros. Y no sólo Sor M. de Agreda en su Mística Ciudad de Dios, sino cantidad de teólogos, según relata la monografía de Alexius MARTI– NELLI, o.f.m., De primo instanti conceptionis B. V. Mariae, Disquisitio de usu rationis, Romae 1950. Aunque María tenga la plenitud de «gracia y dones» desde el comienzo de su existencia, no se ve el motivo para afirmar que ya entonces tenga expedito el uso de razón para merecer y relacionarse con la Trinidad presente en forma personal, consciente-libre. 19 El tema ocurre con frecuencia en los estudiosos de la historia y fenomenología de las religiones. Por ejemplo, Mircea ELIADE, Le mythe de l'éternel retour, París, Gallimard 1969. Aspects du mythe, París, Gallimard 1963. Das Heilige und das Profane. Vom Weren des religiiisen, Hamburg 1957.

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