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332 ALEJANDRO VILLALMONTE radical de la acc1on redentora de Cristo. Hoy día, al menos como iniciativa propia, me abstendría de proponer semejante problema. Me parece inútil y hasta perturbador en orden a una mejor comprensión del misterio de la Inma– culada. Excepto, una vez más, cuando alguien se decida a investigar sobre su historia. También el estudiar hoy ya el tema de la relación pecado original– Inmaculada Concepción, a la hora de un estudio teológico sobre el contenido positivo interno del misterio mariano. 5. MARÍA SANTIFICADA EN EL INSTANTE «PRIMERO Por principio, parece que el acontecimiento de la plena santificación de María, su prerrogativa de ser Virgen-Santísima, podría ser celebrado en cual– quier momento de su vida histórica, por ejemplo, en el momento de la anunciación por el ángel; o bien en su nacimiento. Se trata de un proceso que no se cumple sino al terminar la vida, la condición de viadora. P. Auréolo decía, en un contexto ya citado, que la Iglesia, en la santificación inicial, celebra l:os dones todos y carismas concedidos a la Madre del Señor, porque en el primer instante, en la perspectiva de un inmaculista, están todos allí como en germen y esperanza. Lo mismo podemos decir si nos fijamos en el polo negativo de la santificación: cuando la gracia inicial plena impide el contagio del pecado original, ahoga en raíz el fornes del pecado, por ello mismo quita ya todo poder a las fuerzas del mal para que no puedan dañar a María a lo largo de su vida: en germen y esperanza la inmuniza contra todo pecado. De todas formas, conviene ahondar un poco más en el significado simbó– lico, con un simbolismo denso en contenido, que tiene esta concentración de la santidad de María en el primer instante. Muchos creyentes actuales se sentirán impulsados a pensar que se trata de una figuración lírica y hasta que encierra residuos mágicos este afán de contemplar a María como criatura Purísima en el primer instante de su ser. Parece necesario reavivar el contenido de esta expre– sión, tanto desde el punto de vista histórico, como desde la perspectiva del lenguaje religioso simbólico. Cuando maculistas/inmaculistas de siglos pasados discutían sobre si la san– tificación de María era en el instante «primero» o en el instante «segundo», es claro que no hacían una valoración cuantitativa, meramente cronológica del instante a y del instante b. En ambos sentidos se quería dar una designación cualitativa. Entraban en juego verdades cristológicas y mariológicas importan– tes. Los que se decidían por el instante «primero» parece ponían en peligro la excelencia peculiar de Cristo, como único hombre sin pecado, así como su dignidad de Mediador universal; aunque cuidaban al máximo de la excelencia de María perfectamente inocente y libre de todo pecado. Pero hombres tan devotos como San Bernardo y San Buenaventura se decidían por el instante

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