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330 ALEJANDRO VILLALMONTE que se reitera en la bula. Por fin el tercer momento, el discutido durante siglos: como estaba adornada de los resplandores de la perfectísima santidad, hubo de estar inmune «hasta de la misma mancha de la culpa original». Así se llega a las palabras estrictamente definitorias. Terminadas de leer éstas alguien se sentiría desilusionado si oye decir que, para una adecuada exposición teológica del misterio de la Inmaculada, para su cumplida celebra– ción religiosa carece de interés, incluso es hoy día poco aconsejable, contar con la figura y realidad del pecado «original» del cual se excluye solemnemente a María. Con un poco de ironía cabría decir: ¡desmesurada solemnidad para excluir de María un mal que, objetivamente nunca existió! Desde luego, si contemplamos la historia de este dogma, no cabe ningún tipo de ironía, sino la máxima seriedad para los «equivocados» discutidores de entonces. No lucharon contra molinos de viento, sino contra muy vivas y poderosas dificultades teológicas. La «lneffabilis», con las palabras definidoras, culmina, plenificándolo, un largo proceso histórico, mediante el cual la con– ciencia religiosa católica llegaba a la perfecta claridad sobre el misterio de María en cuanto santísima en sí y en cuanto perfectísima redimida por obra de Cristo. la fórmula definitoria, leída en su mero tenor gramatical, a flor de piel, a nivel literalmente superficial, suena a negatividad, aparece como domi– nada por la intención de excluir el pecado original. Sin embargo, leída en su largo contexto histórico conocido, y desde el interior del enfoque que la propia bula da al misterio de la Inmaculada, esta negatividad, este quitar impedi– mienco se transforma en la apertura de una enorme ventana que permite la entrada del sol a raudales para ver la plena positividad, la dimensión caritoló– gica del misterio de María, contemplado en el Misterio de Dios, según hemos señalado, y desde el Misterio de Cristo. Me parece recordar aquí un caso solemne en la historia de la salvación donde la formulación negativa en su redacción gramatical permite acercarse a un contenido positivo de ilimitada grandeza y contenido. El Decálogo promul– gado en Ex 20 adopta una redacción gramatical negativa, pero en ella nos es permitido ver el contenido positivo todo entero de otras formulaciones, inclui– das las del NT: amarás a Dios con todo el corazón y el prójimo como a ti mismo. Quitado el impedimento «pecado original», todo queda claro para el teólogo que estudia el misterio de la Inmaculada; todo el contenido positivo lo captamos más al descubierto, a mejor luz. 16 16 Todos los empeños seculares de los teólogos para demostrar que María no tenía pecado original ni padecía las consecuencias del mismo podemos compararlas con el andamiaje que es necesario para elevar un monumento a la perfectísima santidad de María. Descubierta esta verdad y canonizada por la bula «Ineffabilis», todo el andami~je de explicaciones en torno a la «exención del pecado original» conviene retirarlo ya como innecesario. Cumplió su misión: ser instrumento para elevar el monumento a la plena santidad originaria de María. Esto es lo que ahora debemos contemplar.

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