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CELEBRACIÓN DE LA INMACULADA 325 poniendo, como es obvio, el aspecto positivo y la dimensión teológica: la presencia de la Gracia increada. Las circunstancias históricas justifican este texto del Tridentino; pero no hay que absolutizarlo como si en él se dijese lo mejor que cabe decir sobre el hecho íntegro de la santificación. En efecto, una mejor reflexión teológica sobre el acontecimiento de la santificación del hombre subrayaría en él, antes de nada, la presencia e influen– cia de la Gracia increada: la presencia de la Trinidad, del Espíritu Santo. La Gracia deja huella de su presencia y actividad en la gracia santificadora del hombre; la cual, por ser infusión de vida, excluye la presencia y acción de la muerte. Es reconocido por todos que la teología oriental elige este camino para hablar de la santificación -dedicación- del hombre. La teología latina-occi– dental, al menos hasta fechas recientes, parece adoptar una perspectiva prefe– rentemente antropocéntrica y dentro de ella pone de relieve la fuerza liberadora del pecado, perdonadora, medicinal, de la gracia, que viene a sanar la corrup– ción de la naturaleza provocada por el pecado original. Dentro de esta perspec– tiva infralapsaria, hamartiocéntrica de la deificación, ésta es presentada como regeneración, recreación, reinstauración de un estado de gracia que se había perdido. La negatividd prima sobre la positividad, con notables diferencias a la hora de hacer una reflexión teológica sobre el contenido integral del misterio. La importancia que estas diversas perspectivas teológicas tienen para el estudio del misterio de la Inmaculada saltan a la vista. Algunos piensan que éste consiste, ante todo, en afirmar la inmunidad de María respecto al pecado original. Consiguientemente, habría que proclamarla inmune de todo pecado; consiguientemente hay que afirmar en ella la plenitud de gracia y la consi– guiente presencia -especialísima- de la Trinidad y del Espíritu. Me parece que la correcta explicación del misterio de la Inmaculada debe seguir el proce– dimiento inverso. Así lo exige la realidad objetiva con la que nos encontramos, como también la historia misma de esta doctrina. Nuestro lenguaj,e religioso habla de María en este misterio llamándola, por antonomasia, la Inmaculada, la Purísima. Pudiera hacer pensar a alguien que la limpieza y la purificación sería el contenido primero del misterio. Sin em– bargo, el hecho de que la denominación en su tenor gramatical sea negativa: «in-maculada, no-manchada», nada dice a favor de una preferente perspectiva hamartiológica del misterio. Tenemos el caso de la palabra «inmortal-inmor– talidad». En su tenor gramatical dice «no-corrupción, no-muerte (no-mortali– dad)», pero es claro que lo significado, el contenido es positivo: la vida poseída en forma plena, infinita como en Dios, el único inmortal. Denominaciones como Inmaculada y Purísima, señalan la positividad del misterio por los efectos reales de éste: por su poder para excluir total y radicalmente la fuerza conta– giosa del pecado: Se le concedió más gracia (la plenitud inicial de gracia) para vencer totalmente al pecado, en cualquiera de sus manifestaciones dentro de la

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