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CELEBRACIÓN DE LA INMACULADA 321 3. MARÍA PLENAMENTE EXENTA DE TODO PECADO Nuestra idea de la santidad perfecta de María está sujeta, como todas las ideas humanas, a la ley del contraste, de la dialéctica, según la cual, precisa, para ser bien comprendida, que se la contemple también desde lo distinto, desde lo contrario, desde la negatividad. Por eso, incluso hablando de la infinita santidad de Dios, utilizamos el recurso dialéctico de explicarla con alusiones a la exclusión de cualquier fallo moral, de cualquier tipo de contacto con lo pecaminoso: nuestro Dios es recto, no hay inquidad en El (Sal 91, 96). Enumerando los fallos morales (humanos) en que Dios no-incurre explicamos su absoluta impecabilidad. En referencia a Cristo, ya hacemos un discurso más largo sobre su impecabilidad: el hecho y sus raíces. Nos fundamos en que, siendo creatura humana, habrá que decir expresamente cómo la iniquidad no le alcanza. Sobre todo, si nos fijamos en ciertos textos del NT sobre Jesús: sus tentaciones, su agonía en el huerto y en la Cruz, las palabras de Pablo que hablan de la condición «carnal» asumida por el Hijo de Dios (Rm 8,3; Jn 1,14). Se comprende que la perfecta santidad de la Virgen Santísima necesite ser también ilustrada, para nuestro modo de ver las cosas, desde la pecaminosidad que en ella se excluye. Recordemos el proceso por el cual la Mariología llegó a perfilar la imagen de María total y radicalmente exenta de pecado, en cual– quiera de sus normales manifestaciones entre los hombres. Palabras como la Inmaculada, la Purísima, son importantes en este contexto por su contenido teológico denso y por su arraigo en nuestro lenguaje religioso usual. Un texto agustiniano tuvo importancia decisiva en esta marcha hacia la exención de todo pecado -la impecancia total- de María. Dice San Agustín que, si todo hombre es pecador con pecados personales, él exceptúa de esta afirmación a la Virgen María, «respecto a la cual, por el honor del Señor, cuando se trata de pecados no quiero poner cuestión alguna. Sabemos que, por haber merecido concebir y dar a luz a Aquel que consta no haber tenido ningún pecado, le fue concedida más gracia (gue a los demás) para vencer totalmente el pecado». 11 Cuando comenzaron en Occidente las discusiones sobre si María habría o no contraído el pecado original, todos los contendientes tenían por A. VILLALMONTE, La teología del pecado original... págs. 38-51. Surgidas las discusiones de las últimas décadas D. FERNÁNDEZ en su obra, El pecado original, ,:mito o realidad?, opta claramente por la perspectiva caritológica en el estudio de este misterio mariano, págs. 179-183. Por el contrario, la teología no puede menos de rechazar como del todo insostenible la perspectiva absorbentemence hamarciológocia y hasta demonológica propuesta por algún mariólogo actual. J. CASCANTE DÁVILA, El dogma de la Inmaculada en las nuevas interpretaciones sobre el pecado original, en «Estudios Marianos», 42(1978) 115-146; 116. 11 AGUSTÍN, De natura et f!.ratia, c. 36, n. 42 (PL 44,267).
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