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CELEBRACIÓN DE LA INMACULADA 319 Las razones de San Buenaventura y Santo Tomás erán, básicamente, estas dos: l) una fundada en la antropología-hamartiología teológica de la época, que tenía como verdad segura que todo hombre, fruto de una generación natural, contrae el pecadao original; 2) otra de índole específicamente cristológica: la prerrogativa y singularidad de Cristo de ser el único ser humano que, al ser concebido virginalmente, no tuvo el pecado original. Y al fondo otra más fuerte razón, sustentando las dos anteriores; 3) el ser humano que no ha contraído y no ha sido liberado de ningún pecado, al menos del original, no podemos decir de él que haya sido redimido por Cristo. Eximiendo a María, también del pecado original, se atenta contra la universalidad plena de la acción salvadora de Cristo, contra un principio básico de nuestra fe. Así, pues, aquello que es objeto de investigación teológica es la santidad inicial plena de María: si María es o no Santísima desde el primer instante de su ser. La pregunta por el pecado original surge como el gran impedimento que obstacu– liza el que la santificación sea plena en el sentido que pide la piedad mariana y la teología que se dispone a fundamentarla. El pecado tiene la importancia gnoseológica que tiene en toda discusión el elemento dialéctico, la negatividad que representa la objeción, el obstáculo que hay que remover a fin de que el misterio de la Llena-de-xraáa aparezca en toda la _densidad de su contenido positivo. En Guillermo de la Ware, J. Duns Escoto y Pedro Auréolo, grandes iniciadores del movimiento inmaculista/exencionista, la preocupación por re– solver la dificultad, por quitar el impedimiento que el pecado original ofrecía a la plenitud de gracia inicial en María, pasa al primer plano: «duela bienaventu– rada Virgen concebida en pecado orixinal? » 6 Los tres, sobre todo P. Auréolo, se demoran y hasta divagan en largas disquisiciones sobre el pecado original. No es la única vez que los escolásticos nos cansan con estos deportes intelectuales en los que ellos mismos parecen infatigables. Pero es claro que la razón de ser y el motivo de tales disquisiciones era el asegurar la realidad de la santidad inicial de María, amenazada por el pecado original, ley divina impuesta a Dios, correlato esencial de la acción redentora de Cristo. Partiendo de esta visión positiva del misterio afirma G. de la Ware que «la bienaventurada Virgen fue llena de tanta gracia en la primera santificación, cuanta puede recibir una criatura, sin ser elevada a la unión hipostática». 7 Por eso se sigue que, siendo todo puro en la concepción de María, se ha de celebrar la fiesta de su concep- R Fr. GULIELMI GUARRAF-FR. lOANNIS DUNS SCOTI-FR. PETRI AUREOLO, Questiones de lnma– mfata Conceptione B.M. Virginis, Ad Aguas Claras (Quaracchi) 1904: «Quaeritur utrum b. Virgo concepta fuerit in originalli peccato» (G. Guarrae, pág. 1). «Utrum b. Virgo concepta fuerit in originali peccato?» (D. Scocus, pág. 12). Para los textos de Escoto, ver o. c. en nota 4. P. Auréolo titula su tratado «De conceptione inmaculate Virginis», pág. 223. 7 «Sciendum est etiam, quod beata Virgo fuir repleta tanta gratia in prima sanctificatione, quantam potuit pura creatura habere stans in propio supposito absolute. In secunda fuit confir– mara, quod nec Venialiter nec mortaliter postea poruit peccare, in 9ua recepit tantam gratiam, quamtam non potest pura creatura recipere, nisi fieret Mater Dei». lb., pág. 8.

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