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LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MUNDO DE LA FAMILIA de la personalidad, en lo que el amor del otro encuentra siempre una nueva satisfacción, al mismo tiempo que se enciende siempre de nuevo» (5). Por eso, el amor matrimonial supera al sexo y al «eros» y se concibe como una fuente de deberes morales. b) La naturaleza del matrimonio se expresa en la comunidad de vida, legal y duradera, de un hombre con una mujer. Esta comunidad de vida tiene su actualización visible en la entrega de los cuerpos. Pero no se li– mita solo a la unión carnal. Todos los actos conyugales y las actuaciones comunitarias sirven para el desarrollo y perfeccionamiento de la comuni– dad de vida. La unión carnal, por consiguiente, es un medio y no un fin en sí mismo. Sin ella difícilmente se logrará la unión conyugal perfecta, a no ser que pueda ser sustituída por otros fines más nobles. En todo caso, la donación de sí mismo al otro cónyuge exige la trascendencia del placer puramente sexual. Y ya en esa misma trascendencia se insinúan los fines existenciales del matrimonio, que son la procreación y el complemen– to psico-somático de los esposos. c) Los fines existenciales del matrimonio son aquellos exigidos por la misma naturaleza humana y se conciben como una ley inscrita en el corazón del hombre. Hay que distinguir entre los fines prefijados por Dios en la naturaleza humana y aquellos que los individuos particulares, en virtud de valores culturales vigentes, pueden utilizar como motivación consciente de sus decisiones. El fin objetivo primario (finis operantis) es la procreación y educación de la prole. En la actualidad, la finalidad cons– ciente de muchos esposos es el complemento mutuo y la mutua felicidad (finis sub¡etivus operantis). El orden natural prescribe una yuxtaposición de estos fines, obteniendo la primacía el fin de la propagación y educa– ción de los hijos. Los intentos teóricos de equiparar ambos fines es con– secuencia de la tendencia a centuar el factor emotivo en los matrimonios actuales, aunque no se oponga claramente a la inclusión de ambos fines en el mismo acto de la entrega amorosa y fecunda. El fin primario, o sea la procreación, por ser algo directo e inmediatamente intentado por la na– turaleza no puede ser excluido positivamente en el matrimonio. El neo– maltusianismo o el onamismo conyugal contradicen la esencia misma del matrimonio. También es contrnrio a la unión matrimonial toda clase de inseminación artificial, sea homóloga o heteróloga, y la regulación o control de natalidad. Pero no se opone al orden natural la limitación del acto matrimonial a los días agenesíacos. d) Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad e indi- 1091

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