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LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MUNDO DE LA FAMILIA nera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud» (13). e) Es una comunidad jerárquíca.-«El marido pague a la mujer e igualmente la mujer al marido. La mujer no es dueña de su propio cuer– po: es el marido; e igualmente, el nwrído no es dueño de su propio cuerpo: es la mujer» (I Cor 7, 3-5). Se trata de una interdependencia de complementariedad, que hace la sumisión humana y llevadera. La complementariedad no solamente se limita a la esfera de la sensibilidad 7 sino que se extiende a los papeles sociales y a las competencias dentro de– la vida familiar. Esto no obsta para que la autoridad resida de modo re– presentativo en el marido, ya que él es como la cabeza y la mujer e! cuerpo. Pero «para que la superioridad no engría, ni la subordinación hu– mille, el matrimonio ha de ser una sociedad en donde se viva al unísono con Cristo; entonces todo lo inspira aquel amor, que no toma ni acepta, sino en la medida en que se da» (14). 2.3. La espiritualidad matrimonial. Ya el sacramento es, por su esencia, un acto de alabanza, acc10n de– gracias y de culto a Dios. Pero esta sacramentalidad del matrimonio tiene que ser conscientemente vivida y expresada en actos comunitarios, por lo mismo que el sacramento del matrimonio tiene también un carácter comunitario. Las manifestaeiones de religiosidad no son solo la expresión de una vivencia interior, sino que tiene la finalidad de fortalecer y pro– fundizar la conciencia religiosa. Estas manifestaciones externas de religio– sidad deben centrarse en la práctica comunitaria de los sacramentos, par– ticularmente del sacramento de la Eucaristía y de la Penitencia, en la lectura de la palabra sagrada en familia, en la práctica de los sacramentales y en la oración. La familia ha sido designada como una «ecclesiola» y debe tener una relación estrecha con el «altar». Uno de los medios más eficaces de religiosidad matrimonial es la lec– tura de la Sagrada Escritura, que SAN JuAN CrusÓsToMo ya recomendaba a los fieles de su tiempo: «Ayer os amonesté ardientemente que preparáseis una doble mesa: la una con los alimentos, la otra con la palabra de Dios» (15). Y Pío XII recomendaba igualmente a los matrimonios jóvenes: «No lo olvidéis. ... Tenéis el deber de santificar la basílica que ha de ser el hogar, invocando a la bienaventurada Virgen, vuestra celestial patrona, para que sea vuestra casa un templo» (16). Esta oración es, incluso, nece- 1099,

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