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otros se les puede hablar en el mismo estilo. El ambiente, pues los bandazos del error no caen con tanta furia sobre los caseríos del despoblado que sobre los habi– tantes de la moderna ciudad cosmopolita, por donde pasan y ciréulan todos los tipos de las razas de hombres. La Sociología, mediante estos datos, nos presenta la realidad tal cual es. Y esta acertada visión es necesaria al Misionero o apóstol, no porque sin ella la gracia no vaya a actuar -la gracia, por ser gracia, no está sujeta al esfuerzo y quehacer de los hombres-; ni porque el Espíritu Santo la necesite para E'fectuar su obra santi– ficadora -el Espíritu "ubi vult spirat" (Jo., 3, 8}-. No es el Infinito quien padece necesidad, sino el ser limitado, como es el hombre. Es al predicador y es a todo el que tiene cura de almas, a quienes urge esta información : primero, para cumplir con el deber de "conocer a sus ovejas"; y segundo, para no entablar ridículamente, como el loco caballero andante, batalla contra unos molinos de viento, tomándolos por "gigantes" muy renombrados. Pues nunca es expeditivo ni prudente dar palos de ciego en el ministerio eclesiástico, como hizo aquel orador que, nada menos que, a una recoleta y pobrísima Comunidad de Religiosas de Clausura, les endosó un "plúmbeo" sermón sobre los males de la moda y los excesos del lujo en el ves– tir; o como aquel otro que. se entretuvo, durante tres días, en cargar y recargar los males del "cine" pornográfico ante un auditorio de gentes perdidas en la cum– bre de una cordillera, bloqueadas la mayoría del año por las nieves, y que en los restantes meses ni tenían facilidades para acudir a teatros, ni oportunidad para apren– der en qué consistía el espectáculo de la pantalla. Era fanfarronada tal esfuerzo para un peligro tan remoto de caer en la tentación. Mas no se logran todos los objetivos con este informe sociológico que nos paten– tiza lo que hay, aquello con que el apóstol se va a encontrar: la realidad tal cual es. Diagnosticar con acierto una dolencia no es lo mismo que curarla. A la diagnosis debe seguir la aplicación del remedio. Y de modo análogo, al comunicado de la Sociología sobre los valores o lacras comunes que las gentes de tal situación -geo– gráfica, histórica, actual- ofrecen, debe sumarse el dato de la Pastoral, la cual, como ciencia, y ciencia sagrada, nos amaestra sobre lo que esa realidad debe ser. Es a la Pastoral a la que compete marcar la forma y modo apropiado de ejercer el ministerio apostólico y de aplicar la medicina prodigiosa que vitalice lo bueno y extirpe lo malo. Su fórmula eficaz y segura la saca de las enseñanzas de la revelación, de las directrices de la Iglesia, como intérprete auténtico del mensaje de Dios a los hombres, sin descuidar el plan general de acción de la Providencia. Y partiendo de esta certeza de lo real y de esta realidad de la fe, es como se llega a "ver claro para obrar con eficacia", como decía S. ~- Pío XII. Y esto es lo que hace, de la Sociología y de la Pastoral, las coordenadas necesarias para deter– minar con exactitud los puntos de un verdadero plan ·concreto, de signo pastoral

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