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:}72 ¿DESVALORIZACIÓN DE LAS MISIONES "AISLADAS"? ¿Pretendemos con cuanto precede desvirtuar la valía de las Misiones "aisladas" para ensalzar las regionales o "generales"? De ningún modo. Sabemos que son muchos los caminos para llegar al cielo y que, en esta materia de apostolado, nunca debe uno situarse en la acera de los exclusivistas. La norma de San Pablo, pro– puesta a los fieles de Filipo, cuando éstos se quejaban ante los muchos parlantes de "cosas santas", y concretada en estos términos: "Mientras Cristo sea a¡iunciado, yo me alegro de ello y me alegraré" (Philip., 1, 18), es un buen módulo para toda conducta recta. Ha de apoyarse siempre todo lo que aparta del pecado y previene para la virtud. No debe menospreciarse ninguna forma de apostolado, máxime cuando cuentan a su favor con la aprobación legítima de la Iglesia. No es tanto a la forma, cuanto al contenido, a lo que hay preferentemente que atender. Y así, ya el mismo Jesu– cristo, nos refiere el Evangelio que, cuando un día los suyos le dicen: "Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba los demonios y se lo hemos prohibido"; el Señor les replica: "No se lo prohibáis, pues ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará luego mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con noso– tros" (Marc., 9, 38, 40). Lo interesante es "hacer bien"; y esto lo podemos reali– zar de muchas maneras. Pero entre el simple "hacer bien" y el anhelo de "hacer más y mejor" hay gra– dos de ascenso, a los que es lícito y bueno el aspirar. Y las Misiones "aisladas" son buenas y, en muchos casos y lugares, las únicas posibles y las que más procede hacer -y esto ya es un buen título para su existencia-; pero se debe aspirar a las "generales", como es lógico y digno de estímulo el querer pasar de "lo lnumo a lo meior". m AMPLITUD DE LOS FINES MISIONALES : l.º La ata de la conversión y la respuesta del homl,rs. A este mayor contenido que la Pastoral impone en el concepto de Misión Parro– quial, corresponde una más extensa proyección de miras o finalidades que ésta debe perseguir. La tradición nos enseña -y todos convenimos en ello- que la Misión es, ante todo, una gracia, y una gracia extraordinaria, que Dios otorga a ciertas almas y con– cede, en determinadas ocasiones, a los pueblos o parroquias. Por archisabido, huelga todo comentario a esta proposición.

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