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...MlSION!ts... PARROQUIALES ......•............................................................ 17-.1. Existen aún otras muchas razones de peso a favor de cuanto venimos aquí desarro– llando, y que conocen muy bien cuantos se hayan ya iniciado en 1~ cura de almas. El ministro del Señor que llega al campo de operaciones que el Prelado le ha señalado o que ya está allí desde hace algún tiempo, si, después de pensarlo mu– cho, se decide un día a introducir algunas modalidades por mejorar la parroquia, o que él estima necesarias para desterrar viejos abusos o recientes excesos que se van introduciendo; se verá inmediatamente acosado hasta por las buenas gentes que forman la corte de sus más adictos y fieles. Proponer reformas para unos y ver éstos que no se hace lo mismo en la heredad del vecino, provoca reacciones violentas. · • · Inmediatamente, en este caso, se comienza a correr : V aya curita que nos ha caído; acaba de entrar en la parroquia y ya quiere reformarlo todo. .. O si se trata de quien ya lleva allí tiempo, se expresarán así: V «:Yª manías que han entrado ahora a nuestro Párroco; tanto tiempo, como lleva ya aquí, y ahora le da la vena de ponerlo todo patas arriba.. . Y como razón contra ia que no se puede apelar y que justifica sus críticas, añadirán: Si ~on costumbres de siempre; y la tradici6n se debe respetar. · Y si del simple proyecto, se piensa pasar adelante, a la realización ; de seguro que la bullanga de las gentes devotas adquiere mayor tono hasta desencadenar una oposic~ón personal, mucho más temible que la simple batalla de la lengua. Y se acudirá hasta a la denuncia ante la autoridad eclesiástica, presentando al celoso · sacerdote como perturbador, que preconiza y quiere realizar "reformas atrevidas", que "jamás se han tenido", y que los "demás sacerdotes del contarno no exigen" ... Y esto último de que "en los lugares limítrofes no se hace" será el argumento aquél para dar por buenas todas las sinrazones de los feligreses contra su pastor... Ahora bien, esta fortaleza de la rebeldía, atrincherada en lo que consideran como "tradicional", no logra destruirla ni la acción directa de un solo sacerdote, ni la Misión "aislada". Mas todos estos inconvenientes desaparecen con el plan de una Mi– sión "general" o regional. Pues ya desde el principio, con la elaboración misma del plan misional, se estudian y analizan por el clero de la región en conjunto y por los dirigentes seglares, cada una de esas reformas necesarias; se presentan al conocimiento de los misioneros para su difusión e implantación; y ya no van a ser sólo los sacerdotes propios, sino los extraños y los mismos fieles los que ahora propugnan la necesidad de terminar con prácticas abusivas por muy cente– narias que se las considere. La Misión será la hora propicia de hacer ver claro a todos; y el argumento principal de los oposicionistas - "los otros sacerdotes no se meten en esto"-, desaparecerá como por ensalmo; y, carentes de pruebas, acep– tarán la derrota y se someterán al triunfo de la razón y de la autoridad.

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