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Ml810N!;S l'ARlUXJUlAI,,:s -4(¡l) ············•···········-·-······•----······························•···•·········-·······•·•··································································. ros pertenecientes a diversos Institutos religiosos, y que cada uno ponga en eje– cución los métodos propios que la Orden, a que pertenece, tiene en el arte de predicar; y, no obstante todos estos elementos dispares, semejantes ·actuaciones cons– tituyan todos los requisitos de una Misión general. Pues lo que caracteriza a ésta es el que, en su génesis como en su desarollo, impere t_odo un plan concreto y bien trazado de objetivos a conseguir, tal cual lo demandan las circunstancias del lugar, la situación social y religiosa de los misionados y los postulados de la fe y vida cristiana. Y esto nos ha llevado hasta el tercer requisito que la Pastoral demanda en las Misiones Parroquiales. c) ReaUzación de un plan conjunto de acción pastoral.. El enemigo ataca ahora en masa y por todos los frentes ; y es en plan de conjunto como procede, asimismo, presentarle la batalla. Hay que ir ampliando la visión en exceso minimista de concebir el apostolado misionero como cosa aislada y localista, circunscripto a un sector particular, y sin trabazón con la obra común y salvadora de la Iglesia. La Misión integra un plan progresivo de acción y de continuo despliegue, desde la fase de iniciación previa, más o menos prolongada, hasta la estructuración de su sistema, y la técnica de su desarrollo y la permanencia del fruto postmisional. Tiene que ir vitalizando el resurgir y evolución de las personas y de los poblados, tal cual éstos son, es decir, con conocimiento de los datos que denuncia el estudio científico de la zona a evan– gelizar, con la noticia exacta de las constantes y variante_s que la historia ofrece acerca de sus gentes, y sin soslayar las circunstancias concretas en que actualmente se desenvuelve su vivir. Y hoy sería marchar con los ojos vendados a correr, como todos en la oscuridad, el no reconocer que, si las Parroquias nunca han sido invulnerables a las influencias del medio ambiente; ahora mucho menos se las puede considerar como cotos cerra– dos, a los que no alcanza a llegar la oleada de bien o de perversión del mundo circundante. Nos influencia el ambiente, como el calor o el frío de la atmósfera en que nos hallamos ; y no está todo en curar al que sufre, sino, a la vez, imponer las medidas profilácticas precisas para extirpar la epidemia. Y así, hoy se aboga más por las Misiones generales o regionales que por las llamadas Misiones "aisladas". Y la razón es obvia. Del más diminuto burgo parte, en forma de abanico, toda una red de vías de comunicación en distintas direcciones. Y esto junto con la mul– tiplicidad de los medios de transportes y la facilidad de los viajes de la aldea al muni– cipio, y de la villa a la gran urbe, hace que en cada momento se renuéve la ideo– logía y usos de las personas, las cuales se sienten como arrastradas por el vértigo de la velocidad, signo característico de los tiempos nuevos.

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