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~R. ~lX 1 I'u 11.n Pt•~ Pl~BQl"!\R.\, o. 1:. DI., CAP. """ -•-•-•••-••••••••••••"••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••""•••••••••••••••n••••••••••••••••••••••••••• •• • ',., dora en la existencia del pueblo cristiano y renovadora de las instituciones con que cuenta la Iglesia. Ha de mirar a los individuos y a la colectividad en su doble aspecto de agrupación humana y de asociación cristiana. Todos y cada uno de los misionados han de sentirse mejores; pero, a la vez, no ha de darse obra,_ asociación y, mucho menos, movimientos de apostolado, en los que este ejercicio no prenda fulgores de luz, ardores de caridad y temple cóm– bativo de renovado arrojo junto con ansias insaciables de conquista. De ahí que pocos momentos tan propios y favorables para una revisión y perfecto reajuste de las fuerzas del bien, así como para un serio examen de conciencia individual y colectivo, como los días de la Santa Misión. Y el índice más seguro de penetración y eficacia de esta obra no es su amplitud en el espacio ni su concomitancia en el tiempo; sino el logro efectivo de estrecha coordinación entre todos los sectores de apostolado. Una anécdota nos lo va a aclarar. Recientemente preguntaban a un Obispo si estaba satisfecho de la Misión general que se acababa de celebrar en su diócesis. Y el Obispo respondió así: "¡Ah! No, no he tenido Misión general en mi dióce– sis, sino ¡ sólo un conjunto de Misiones Parroquiales simultáneas !". Este relato patentiza que no basta, para que una Misión sea verdaderamente general, el que 'se dé sobre una extensión más o menos prolongada de parroquias, simultáneamente o seguidas. Y muchísimas de ésas que se conocen con el deno– minativo de "Misiones Generales", por darse a la vez en toda una región o sobre villas y ciudades de importancia, no pasan de la categoría de lo que comúnmente se llaman Misiones "aisladas". No existe otro motivo para llamarse "generales" que la circunstancia externa de coincidir su celebración en la misma fecha y sobre un número mayor o menor de parroquias colindantes; y quizá también el hallarse reforzado este débil lazo por la coincidencia de la homogeneidad del equipo de misioneros, pertenecientes todos a la misma Orden o Institución religiosa. Podría– mos aún añadir el tener en común ciertas manifestaciones en todos los centros junto con alguna que otras consignas generales. Mas esto constituye una unidad tan quebradiza que deja a las parroquias en el mismo estado de aislamiento en que se encontraban antes; y resulta impotente para crear y asegurar una verdadera cohesión de todas las formas y fuerzas de apos– tolado de dicha zona, mediante la cual se mantenga el triunfo del bien sobre el cerco y ataques que plantee el mal. Y sin esta unión de objetivos y conquista de zona y de ambiente no se puede considerar ninguna Misión como auténticamente general. Por el contrario, puede acaecer que, sobre la misma zona, el curso de la Misión no sea simultáneo, sino en fechas distintas e incluso hasta con tandas de misione-

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