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además tendría la ventaja de abrir una salida relativamente cómoda y segura para la isla de Trinidad y para Europa. El P. Urbina se dejó convencer, o, por lo menos, creyó que no se perdía nada con aventu– rar una tentativa, y, en consecuen– cia, envió con ese fin al P. Fran– cisco Llauri con otro religioso, llegando a Sto. Tomé de Guayana en agosto de 1664 1 reforzados poco más tarde por los PP. Ignacio Cano y Julián de Vergara. Pero las dificultades eran en realidad bastante mayores de lo que se había previsto, y los misio– neros jesuítas hubieron de limi– tarse, contrariando con ello su gran celo apostólico, a ejercer su minis– terio con los soldados de la guar– nición y con los escasos indios del pueblo cercano, hasta que, al fin, creyendo que no podrían cumplir la finalidad para que habían sido enviados, decidieron retirarse otra vez a Casanare, como así lo efec– tuaron en 1670, quedando la misión de Guayana de nuevo abandonada. Entonces fué cuando los misio– neros capuchinos hicieron su pri– mera entrada en aquellas tierras, que con el tiempo habían de ser su mejor campo de operaciones y donde habían de ganar sus más brillantes triunfos y sus meJores laureles apostólicos. En 1678 llegaron a la ciudad de Cumaná diez misioneros capuchinos con objeto de reducir a los indios de aquella comarca, que, por ca.isas que ho es necesario explicar aquí, se habían rebelado contra los es– pañoles. El Gobernador de Trini- 3 dad y Guayana, D. José Aspe de Zúñiga, pudo conseguir del obispo de Puerto Rico, a cuya jurisdicción pertenecía Cumaná y ·la Trinidad, que cuatro de aquellos misioneros, los PP. Pablo de Orihuela, Fran– cisco de Jaca, Pablo de Berlanga y Gervasio de Manresa, pasaran a la isla de su jurisdicción, a ejercer en ella su ministerio apostólico ; añadiéndmeles más tarde los Padres Francisco de Tauste, Angel de Ma– taró, Pablo de Blanes, Hermcne– gildo de Manresa y el Hno. lego Fr. Angel de Llevaneras. Entusiasmado el Gobernador, al ver el grandísimo fruto que la pre– dicación de tan fervorosos misio– neros había hecho en la isla de Trinidad, puso gran empeño en que al¡¡unos de ellos pasaran a la Gua - yana, que también pertenecía a su jurisdicción. Había para ello la dificultad de que esta ·Misión per– tenecía oficialmente, por lo menos. 'a los Padres jesuitas de Casanare, pór lo que el mismo Gobernador escribió al Presidente de la Audien– cia de Bogotá para que se enviaran a Guayana misioneros jesuitas, o, si éstos no querían o no podían venir, renunciasen todos sus dere– chos en los capuchinos. El Superior de los jesuitas de Casanare, en vista de que le era imposible enviar misioneros. por falta de personal. hizo solemne dejación del territorio de la Guayana en favor de los mi– sioneros capuchinos, por lo que la Audiencia de Bogotá autorizó, en 16 de abril de 1682, al Gobernador de Trinidad para que pudiera en– viar a la Guayana los dichos mi-
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