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10 veían obligados a aprender la len– gua de las diferentes tribus que evangelizaban, para lo cual no ha– bía maestros ni cátedras ,teniendo que valerse de «los trabajos de los Padres antiguos ,en los cartapacios que los han dejado para el confe– sonario, predicación y enseñanza de la doctrina» (18). Después era preciso armarse de paciencia para ir poco a poco in- fundiendo en aquellas rudísimas inteligencias las verdades de la re– ligión. lo que apenas se conseguía con las personas mayores ,por lo que hubieron de concretarse en muchas ocasiones a la instrucción de los niños. La or!J;anización social o política que los misioneros capuchinos die– ron a sus cristiandades fué muy análoga a la que los jesuítas su– pieron implantar en sus Reduccio– nes del Paraguay, fundándose en los mismos principios y en idénti– cas experiencias ,y experimentando por parte de las autoridades civil\::!'s subalternas las mismas contradic– ciones. La experiencia había enseñado que mezclar en un mismo pueblo españoles e indios daba muy malos resultados; en primer lugar, por el odio secular que los indígenas abrigaban contra los conquistado– res. y en segundo término, por los malos ejemplos de los colonos europeos que neutralizaban toda la labor religiosa de los mision,2ros. (18) lnEM. pág. 306. Por eso, trataron éstos de obtener del Real Consejo de Indias la con– cesión de una autonomía política relativa para sus cristiandades, como ya se había concedido a los misioneros jesuítas del Paraguay, autonomía que el Real Consejo concedió inmediatamente por Real Cédula de 20 de septiembre de 1716 (19), a pesar de la tenaz oposición de gobernadores y enco– menderos... En virtud de esta concesión, el misionero quedaba constituido en autoridad civil del pueblo con de– recho a nombrar capitanes, alcal– des y demás autoridades locales. nombramiento que había de recaer necesariamente en los mismos m– dígenas. pues los misioneros se opusieron siempre a que en sus cristiandades se establecieran co– lonos europeos. de modo que los indios no conocían otra autoridad que la de su misionero, que era para ellos al mismo tiempo, Padre. Gobernador y Juez. El misionero, tan pronto como se constituía la misión, nombraba por su propia autoridad, de entre los mismos indígenas. un al_calde, un capitán de la milicia, un te– niente, un alguacil, sargentos. al– féreces y fiscales, celebrándose con gran solemnidad la ceremonia de la entrega del bastón o insignia a dichas autoridades y el misionero les dirigía un discurso en que les hacía comprender que aqudla dis- (19) P. RmNEGRO. Relaciones... , tom. l, pág. 56.

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