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376 REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGÍA.-Bemardino de Armellada imposible, en los razonamientos teológicos, lograr rebatir a Aristóteles con pura filosofía (10). Según su modo de proceder, en la cuestión del fin último del hombre no se podrá comenzar investigando filosóficamente cuál y cómo puede ser (11). Hay que partir de que el fin último del hombre histórico es la visión intuitiva de Dios. La cuestión queda circunscrita al complejo actual de la naturaleza humana en su destino concreto revelado. Es entonces cuando la razón inquiere sobre las relaciones metafísicas que pueden o deben existir entre el hombre y su fin. De este modo, teológi– camente, se prueba la necesidad de admitir el apetito natural de ver a Dios: la metafísica exige que lo imperfecto perfeccionable tienda a su perfección. Tiene que existir, por consiguiente, en el interior de la natu– raleza humana, identificándose con la misma, una inclinación natural a la visión beatífica, pues de otro modo ese fin último no podría ser nunca perfección del hombre. Y como esa tendencia es pasivamente proporcio– nada a la perfección, en el caso presente tendrá que ser necesaria, suma, referida a la realidad particular del bien absoluto... (12). Pero entonces, ¿no se anula en ese fin revelado el carácter de sobre– natural haciéndolo pasar al campo de la naturaleza? Y quedaríamos ante la disyuntiva de tener que afirmar o que es inútil la revelación de Dios o que existe una deficiencia radical en el orden natural de los seres intelec– tuales, incapaces de conocer precisamente lo que más necesitan para obrar racionalmente: el fin último de su actuación. Si bien Escoto advierte en seguida que las condiciones psicológicas actuales del hombre hacen de todos modos necesaria la revelación, queda en pie la dificultad filosó– fica en la hipótesis de un ser intelectual puro que se conociera perfecta– mente. Este conocimiento del último fin, que actualmente se nos da por la revelación, ¿sería para ese espíritu naturalmente perfecto una conse– cuencia lógica del conocimiento de su esencia? Es el problema de la co– rrespondencia del apetito ontológico y el conocimiento psicológico del mismo (13). Escoto cree que en tal estado se conocería a lo más la posi– bilidad y nunca el hecho de la destinación a la visión de Dios (14). (10) C,ilson, en la obra citada, nota con finura que Escoto realiza en la posición del .problema teológico un cambio muy •significativo con respecto a Santo Tomh. En Santo Tomás, la discusión se establece entre las ideas de la Teología y de la filosofía. Escoto, en cambio, enfrenta sólo a los hombres: los filósofos y los teó– logos. O. c., p. 13-14. (11) Cfr. GrLSON, o. c., p. 18 ss. (12) Cfr. ALFARO, o. c., p. 43 ss. (13) Id., ibid., p. 110 SS. (14) Sobre este punto existirán siempre vacilaciones en la escuela escotista de los siglos XVI y XVII. Es interesante confrontar los texto•s de Escoto referentes

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