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DOS TEÓLOGOS FRANCISCANOS DEL SIGLO XVI. .• 411 autores (125). Indudablemente que Rada se refiere aquí, con todos los autores, a un apetito elícito, que según él no debería decirse natural estrictamente. Otra conclusión, importante también por la extensión que da al aserto, es que el hombre y cualquier otra creatura intelectual, apetece naturalmen– te la visión clara de Dios, si por apetito natural se entiende el peso o inclinación de la naturaleza a su fin (126). Es claro que la solución del apetito natural alcanza a todos los seres intelectuales, o lo que es lo mismo, al ser intelectual como tal. La argumentación viene a ser un refuerzo de la del primer artículo: La visión clara de Dios es lo más perfecto en relación con el conoci– miento imperfecto que naturalmente puede adquirir un ser intelectal. Y todo lo imperfecto en una especie aspira por naturaleza a conseguir la máxima perfección dentro de esa misma especie (127). Alude también Rada a un dato experimental: la inquietud que dejan todos los objetos finitos y que denuncia un deseo de algo superior (128). Es interesante encontrar precisamente en este autor escotista un argu– mento muy agudo para probar la teoría del apetito natural, fundándose en principios específicamente tomistas: Una voluntad creada a la que Dios se manifieste claramente, dirigirá necesariamente su impulso amoroso hacia Dios así manifestado. ¿De dónde proviene la necesidad de tal im– pulso? Si fuera causada por algo exterior, la atracción de Dios -u otra cosa con este motivo- ejercería una violencia en la voluntad, cosa absur– da de todo punto. Si proviene del interior, como parece evidente, habrá que admitir un fundamento, es decir, una propensión o inclinación nativa de la voluntad a la perfección suprema (129). (125) Homo illustratus 1umiue fidei ve! haben, quomrnfocumque cognitionem cer– tam quod visio beatifica est sibi possibilis, appetit na.turaliter videre Deum, non quidem appetitu et desiderio efficaci sed inefficaci. Conclusio 1ntelligitur de appetitu e!icito: quac quidcm communis est omnesque opiniones supra pos,itae fatentur... lb. (126) Loquendo de naturali appetitu, qui est pondus et inclina.tío naturae in suum finem, horno et quadibet creatura intellectua!i,, appetit clara.m Dei visionem. lb., p. 14b. (127) Ornne impcrfectum in aliqua specie naturaliter desiderat consequi perfectio– nem illius s,peciei. Sed nos habemus imperfectam cognitionem de Deo, et süniliter natura.e intellectuales ex suis propriis viribus. Ergo naturaliter optamus cognitionem Dei perfectam qua.lis est clara visio. lb., p. 16b. (128) Nihil finitum ,potest quietal'e desiderium intellectus crea.ti ... lb., pp. 16b-17a. (129) Voluntas necessario necessitate naturali fertur in Deum ciare visum et sibi ostensum, secundum thomistas... Ergo ve! illa necessitas provenit ei ab intrínseco ve! ab extrinseco. Si ab extrínseco, ipsa voluntate nullam vim naturalem praebente, ergo violenter fertur... Si vero hujusmodi necessitas prov,enit a:b intrínseco: ergo
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