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262 REVISTA ESPAÑO~,\__DE TEOLOGIA. = B. de Armellada, o. F. M._~ap.___ parte protestante entre Escritura y Tradición divino-apostólica en la for– mación eclesiástica de los dogmas, tiene que sll'poner que la Iglesia. no está animada por el Espíritu Santo. I,a teología protestante, al no reco– nocer en el dogma y en el símbolo una tradición inalienable y una inter– pretación infalible de la Sagrada Escritura, parece encontrarse frente a la Biblia en la situación de un hombre al que se le entrega la Escritura casualmente y sin comentario alguno como "bonum derelictum" de una antigua (y sólo de otro tiempo) intervención divina. Y en esa situación se presentan implacables las cuestiones que L. plan– tea al principio de su obra a la teología protestante: 1, Existe 'I)osibilidad de fundamentar desde principios genuinamente protestantes la Sagrada Escritura, su canon, su inspiración e interpretación, de modo que el pre– dicador cristiano pueda exigir una obediencia de fe a lo que él predica 7 ¿ Puede fundar su pretensión de predicar, no sólo palabras humanas, sino la palabra de Dios legítimamente ca'ptada por una recta inteligencia del canon y de la inspiración 1 ¿ Puede justificar la autenticidad de los fun– damentos y principios (dogma, símbolo, Iglesia, historia), que seguramen– te influyen de modo decisivo en su interpretación de la Escritura? 1, Puede atenerse al símbolo de una iglesia o comunidad particular, cuando esta iglesia rechaza toda interpretación tradicional con fuerza normativa? (p. 20). L. cree descubrir que las explicaciones que dan, en tanto son satisfac– torias en cuanto de un modo inconseiente se ajustan más o menos inicial– mente a los principios de la Iglesia y 'l'eología católica. Y después de reconocer esa concordia práctica fundamental, se pue– den hacer todavía estas preguntas al protestantismo: t, Piensan seriamen– te que la promesa del Espíritu Santo tiene aplicación para una inteli– gencia no errada de la Escritura 1 ¿ Quieren admitir el cumplimiento de esa promesa en la socie,dad eclesiástica actual? ¿ No se tendría que reco– nocer que esa promesa ,se cumple de modo especial en los jerarcas y pas– tores (obispos, Papa), en una Iglesia jerárquicamente estnicturada 1 (pá– ginas 201-202). Más que en las cuestiones fundamentales de Escritura y Tradición, concluye L., la discordia entre católicos y protestantes está en las a•pli– caciones concretas, principalmente en el tema de la Iglesia. Aquí, opi– na L., es donde resulta más necesario. intensificar el diálogo teológico en la controversia católico-protestante. La Iglesia para el iprotestantismo apenas si tiene otra función que la de trasmitir la 'J)alabra de Dios en la Biblia (tradición verbal), sin que se le reconozca intervención aprecia– ble en la trasmisión de la tradición real, la actuación santificadora en cuanto Cuerpo místico. de Cristo y en cuanto animada por el Espíritu Santo (p. 253).

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