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260 REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA. - B. de Armellada, o. F. M. Cap. (así Trento); la Iglesia nos dice qué enseña la Tradición (así el Vati– cano)" (p. 186). Sin embargo hay que decir a los protestantes que el catolicismo res– ponde también con un sí al iprincipio de Escritura. Dentro de la unidad que forman Escritura y Tradición, sobre todo si no se considera a ésta como fuente distinta, tiene la Biblia una preeminencia indiscutible por ser Palabra de Dios formal y escatológica, principio divinamente insti– tuído y constantemente actual en la Iglesia, sin apelación ni cambio, que es origen de toda predicación cristiana porque la contiene y la penetra, es norma de ella y la juzga, la funda y la limita. Y aun ipara aquellos católicos que consideran la Tradición como segunda fuente, la Escritura será siempre la expresión normativa y representativa de la fe apostólica,, el testimonio por excelencia de la revelación de Dios, ya que sólo en ella se hace perceptible la palabra formal de Dios, sólo ella es testimonio ins– pirado de la revelación, y ella iposee una claridad que no tiene la Tradi– ción -implícita ésta en la corriente de cosas también humanas que es la Iglesia-. ~or eso se puede decir que la Iglesia con su tradición se so– mete a la Escritura (Rahnef'). Esta subordinación es particularmente clara en caso de que se considere contenida en la Escritura la totalidad de la revelación verbal con la tradición como elemento interpretativo. No cabe duda que la interpretación se somete a lo interpretado y que puede haber una interpretación autoritativa (como demuestra Geiselmann con– tra Cullmann). L. a,plica a la tradición interpretativa de la Iglesia el sí– mil del pretil o baranda de un puente, que guía y evita el desastre sin convertirse por eso en punto de apoyo fundamental para quien atraviesa el puente. Un salto sobre el pretil significaría la caída en el abismo al perderse el apoyo en la Palabra de Dios (pp. 187-197). En consecuencia, aunque Escritura y Tradición son "quoad nos" tes-1 timonio igualmente infalible (y en este sentido hay que entender el "pari pietatis affectu" de Trento), están diversamente estructuradas "quoad se", siendo la Escritura palabra formal de Dios, y la Tradición expre– sión humana (pp. 197-202). No, olvida el catolicismo que infalible no es lo mismo que adecuado. Por eso cualquier proposición de la fe ipuede hacerse siempre más inteli– gible y más exacta. Porque las fórmulas reveladas son principio, y no tér– mino, medio y no fin. "Es U'M, verdad que despeja el camino hacia la -siempre mayor- Verdad" (RAHNER). ¡,Será esto únicamente lo que que quiere decir K. Barth al ver en la Biblia la defectibilidad humana junto a la perfección divina? Por otra parte, ante la posible variedad de sentidos que una iproposi– ción revelada puede tener en su expresión desnuda, se hace necesario per– cibirla en el ambiente en que fue escrita: en la fe y en la Iglesia. Sólo en la fe y en la Iglesia, penetrada por el influjo vitad del Espíritu Santo, puede la Escritura ser bien leída y ser bien interipretada. Por eso la Igle-
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