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258 REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA. - B. de Armellada, o. F. M. Cap. de Dios que se percibe en la fe (ALTHAus). La Biblia no sería palabra de Dios cuando está ahí sin que nadie la lea o cuando se la lee como una pura fuente de historia (DINKLER). Como ipuede advertirse, es el nesto– rianismo aplicado a la .Sagrada Escritura. Otros, más moderados, reconocerán que en la Biblia es uno mismo el objeto de la investigación teológica y de la histórica, aunque no quieren ,construir doctrina ninguna escriturística acerca de la autoridad o inspi– ración bíblica por temor a hacer de ello un dogma (DIEM). Una atención especial dedica L. a la doctrina de K Barth sobre la inspiración. Rechaza éste el extremo monofisita ---q_ue injustamente acha– ca al catolicismo- de considerar la Biblia como palabra de Dios formal e inmediatamente; lo cual evidentemente es exclusivo del Verbo de Dios hecho hombre. Biblia y predicación deben estar haciéndose siempre pala– bra de Dios (" Gottes 1 Wort je und je werden"), por ser instrumento di– vino a través del cual Dios habla. En esto consiste la inspiración, que ha de entenderse, sin embargo, de un modo. objetivo y no simplemente en el sentido de una e:xiperiencia humana, como quiere el nuevo protestantismo. En la Biblia, según Barth, encontramos la palabra de Dios en un signo humano y falible, que puede leerse incidentalmente como documento his– tórico. En ella confluyen la falibilidad humana con la infalibilidad divina, la imperfección humana con la perfección divina. De esta manera se con– vierte la Sagrada Escritura en norma suprema frente a cualquier otra autoridad. Su autoridad es absoluta, inmediata y objetiva y de ella se ha de derivar toda otra autoridad auténtica. Así la Sagrada Escritura fun– damenta y limita la Iglesia. Aún más, la constituye; ya que a través de ella permanece Cristo como Señor de la Iglesia. Un pecado de la Iglesia católica sería, según Barth, que en vez de hacerse Iglesia de obediencia a la Palabra de Dios, se ha constituído en autónoma frente a esa ;palabra, absorbiendo en sí su autoridad. Esta concepción actualista de la inspira– ción de la Escritura, que también adolece de nestor'ianismo, iparece la su– pera Barth al afirmar una identidad, indirecta entre la palabra escrita y la Palabra de Dios. Con esto quedan sus firmaciones -así estima L.- en un plano capaz de aceptación católica (pp. 129-147). Pasa ahora L. a ver el significado de la tradición en el pro,testantismo. En un princiopio los reformadores sólo intentaron rechazar la tradición en cuanto aditamento humano al mandato divino. De una llamada legí– tima a la reforma de las instituciones humanas, llegarían después a la protesta contra el dogma de Trento, naciendo. sólo posteriormente la opo– sición inconciliable entre los lemas "Escritura y Tradición" o "sólo la Escritura". Prácticamente los reformadores se apoyan en la Tradición para mu– chas verdades; y una valoración auténtica de la realidad lleva a recono– cer en la historia de todas las cosas humanas un núcleo de tradición, que
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