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INTELIGENCIA CATOLICO-PROTESTANTE EN EL PROBLEMA DE LA TRADICION 257" apropiando y asimilando cada vez con más perfección. Por este motivo -prescindiendo de otras razones histórico-sociales y sin entrar todavía en su calidad de libros inspirados- era necesa,I'i,a)a :F;~critura P8;ra la misma conservació;njnc;mitaminada de 1ft~•;JI~Jól1 ~ral (SOIINGEN) "(pp. 105~112) .. . , ·¿y ~ómo pudo la Iglesia cÍi~till~i~· ·1; · ¡uténtica expresión escrita de su "parádosis" entre las muchas falsificaciones? No se admite que se dé una revelación nueva. Antes bien, por simple ,:.'.ccu:uia.t:i.uJtlifütd", en virtud del Espíritu Santo qne 1a anima, pereibe la Iglesia reflexivamiente en el tiempo postapostólico qué escritos se hallan en conformidad con ella. La tradwián oral escrita se reconoce, pues, en la tradición ~eal. La acción recíproca que aquí se supone entre Iglesia y canon, no im– plica un círculo vicioso, como si la Iglesia fuera garantía del canon escri– turístico y éste, a su vez, de la Iglesia. Porque Dios entra como un ele– mento tercero que constituye a la Iglesia y al canon: Dios establece la Iglesia y, por ella, la garantía exterior de la Escritura, que viene a ser constitutivo interno de la Iglesia. No se niega la afirmación de K. Barth de que la Iglesia registra el canon que se le impone por sí mismo. Pero se reconoce, además, el valor normativo absoluto de esa registración. Esta P.S, asegura L., la única explicación dobYJ:náticamente satisfactoria para ese hecho de acción reCÍ'proca entre Iglesia y canon, que aún los protestantes admiten prácticamente al comportarse como si el canon fuera definitivo (pp. 112-118). Al final de este eapítulo tercero, estudiando la relación entre Escritura y Tradición, L. las considera como dos expresiones o aspectos de un todo.. La Escritura es como un texto monumental con la tradición al lado a modo de comentario vivo ; no como una fuente distinta de verdades reveladas. Escritura y Tradición forman una unidad explicándose mutuamente. La tradición encrn:mtra y apoya su riqueza en el texto fijo de la "panídosis" apostólica escrita, mientras que la Escritura produce sus frutos y es con– venientemente interpretada y aplieada en la tradición divino apostólica que se perpetúa en la corriente viva de la fe de la Iglesia. Ahora surgen nuevas cuestiones: 1, Es idéntica la estructura teológica de los dos elementos Escritura y Tradieión 1 Si se interpretan mutuamen– te, ¡, cuál de los dos tiene la ,primera y decisiva palabra 1 ¿ Puede la Escri– tura ser intérprete exclusiva de sí misma como pretende la Reforma? (pá– ginas 118-128). A todas estas cuestiones se procura responder en el capítulo IV, que L. titula: El principio de Escrit1¿r'a... ¿nna nega{;ión de la 'iSadición? En primer término se hace notar cómo respecto de la inspiración y au– toridad de la Escritura existe entre los protestantes una inclinación a se– parar su carácter de testimonio histórico humano de su cualidad de tes– timonio del Espíritu Santo. Esta segunda función la asume la Escritura, según algunos, únicamente cuando es leída y experimentada como Evan– gelio, distinción entre el "historismo" y la actuación poderosa y admirable

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