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EL PROBLEMA DE LAS VOCACIONES MISIONERAS de un modo natural o ('xtraordinario, esto no nos importa ahora. Tan1poco por la persona que es llaniada, porqut> ésta puede SPr llama– da para muchas cosas de diversos órdmie:s, y para cada una de ellas recibir la gracia y los m.Pdios necesarios. Luego d llamamiento debe especificarse, distinguirse por el término, por la razón propter qumn vocatur. El ohjcto o t{>.rmino o razón son los que especifican las po– tencias, los actos y las ciencias. Ahora bit>n; no es formalmente lo mismo la razón de sacerdote y de misionero; apostolado ministerial diocesano y apostolado misio– nero; trabajar en una Tgfosia ya plantada y completamente organi– zada, y en una Iglt>sia in fieri, que ,w dehf' plantar, organizar, con– ~;olidar. Si las misionPs tit·ncn un fin Pspecífico propio, lo dehc tam– bién tent'r el misionero. Si el fin es espt>cíficanwntc distinto, las gra– cias para conseguir t'se fin dt'ben ser también distintas, especiale,; y proporcionadac; luego la vocación o St'a la llnmada de Dios para ese fin t'specífico y con sus gracias t>speciales y proporcionadas dcht\ st'r también distinta ( 43 ). Si conúdcramos la emprPsa misionera, no sólo por su finalidad objetint, sino también en cuanto se rcfierc al agt~ntc que dchc reali– zarla nos encentramos con un conjunto de circunstancias individua– lt>s, familiares y sociales que exigen Pn los sacPrdotes rnisioneros al– guna cosa más y diferente de lo ordinario ( 14 ). Salir dd medio am– biente de la familia, de la nación, dt>. la vida e011Ycntual, de la vida cristiana, dondt• la Iglesia pstá plt•namente organizada y con abun– dancia de medios; del ambit>nle humano <'ivilizado v VPne,~r otras muchas cosa~ inherentes a la vida d('l misionero constituye ¡;er se ali– quül ardzmm, algo qne ,mil' de la vida ordinaria y supone una supt'– rioridad moral. Lm•go supone gracias cspeciale~ para vencer ese quid anlmun et singula,re. La fw•.rza para vencer todas esas dificultades que superan las commws de Jos saeerdott>s dioct'sanos proctcde dt> la grai·ia especial dt> la vocaei<Ín misionera por la cual Dios llama y da las gra– cias nect>sarias para triunfar. Si no se quit're hablar de nica<·ión especial misionPra, no se puede mt>1ws de admitir en el saccrdott• mi,;iorn•ro un impul~o, una tt>ndPn– cia, una gracia ,obrenatural particular qtw lP impela a ir a las mi– siont•s. El sacenlott' misionero quiere servir a Dios en el modo al cual se siente inclinado por razones (k orden sobrenatural. Eso, con otras palahras, es suhstaneialmentc tenf'r vocación especial distinta de la de otro saeenlote que no tiene ews deseos ni sentimientos ni aspira– ciones; sino que se contenta con cumplir trarn1uilamente sus deberes parroquialPs en la diócl'Ris, donde St' ordenó (1 5 ). (43¡ Cfr. VANZI'<. V.G., .. \/asee un Missionario. p. 3S. Parma. 19-1:l. (44) Cfr. MALENFANT, La !'Omtion Mis.,ionnaire ... cap. IL p. 11-70. p5) Dice el P. Perhal: " La chianuzta di Dio. la ,·ocazione. riserviamola nel
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