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346 P. MONDREGANES m1s10nero en tierra de misiones propiamente dichas se necesita vo– cación. Es necesaria una llamti<fo especial de Dios. Puede uno ser buen sacerdote en Roma, sin que sea 1nisionPro en Africa o en otra parte del mundo. El sacerdote debe amar a todos los hombres, próxi– mos y lejanos; abrazar a todos los pueblos sin distinción de colores ni de razas; tener un corazón grande cuanto la humanidad entera; pero en ninguna parte de la Teología está preceptuado que todo sa– cf'rdote, f'n cuanto tal, deba ir a plantar la Iglesia en Islas de Salomón o en la Patagonia ( 39 ). Pra probar nuestra opinión vamos a empezar por el argum.Pnto de autoridad, citando los último¡; Pontífices. Benedicto XV dice: << Si et in clero et in Seminario dioecesano apostolatus semi1w, qww quis forte sibi inesse ostenderit, stzuliose fove,ntis >>. Luego según el Pontífice, se pueden dar las semillas dP vocación, las cuales deben cultivar con diligencia en los jóvem•s que las Rienten. Esas semilla;,; no son otra cosa que las gracias especiales de Dios, qtH' no todos la sienten. Lo mismo confirma Pío XI: « Si qui igitu;r in dioecesi cujusque vestra (tut aclulescentes aut clerici aut sacerdotes ad ap<A~toÚttzun ejus– nwdi prrwcellentissinzum vocccti divinitus vúleantur, propensi eorum consiliis stiuliisque grntia et auctoritas vestra obsecun,let, nedzun ali– qzw pacto obsistatis J> ( 4 º). La expresión divinitus vocati manifiesta la neeesidad de una vocación misionera que no todos tienPn, aunque pPrtenezean o aspiren al sacerdocio. Pío xn. en sus Letras a IoR Obispos d.e Portugal: (( Es necesario orar par(l qzw el. Señor se digne suscitnr muclws uocaci-ones misione– ra.~., sea en Portugal, sen entre los imlígenns de los dmninios, ya sean vocaáones sacerdo,tales, yu de hernwnos c1mdjutores, de religiosas y de catequistas >) tu). Y en Ia Encíclica Evangelii Prae;cones del 2 de junio 1fo 19.51 re– pitt': « En primer lug(tr hay que considerar que aquel que por una i11spiración celeste se siente llama,do a ensefíar la. verrlad del Evan– gelio y las virtudes cristia;nas en las lejana,~ tierras <le misiones, está destinado a: nn oficio grande y sublime >J (1 2 ). En la vocaeión hay que distinguir varios elementos: d agente o la ¡wnwna que llama, la persona o sujeto que t'S llamado, el objeto o la razón al cual t's llamado, y que éste sea conocido por el sujeto. Las vocaciones no se ¡nrnden distinguir por la persona que Ilama; pon1ue <'S siemprt> la misma, Dios. El llamamiento lo podrá niani– fostar inmediatanwnh' t>l mismo o por medio de las causas segundas, ( 39) Cfr. PERBAL, l. c., p. 7. (1°) Cfr. Rerwn E,.c[.. 28 febr. 1926, in Sylloge. p. 2t6, Romae, 1939 AAS, 1926 t. XVIII, p. 70. 11 1 Cfr. I:Osservatore Romano. 29 de junio tle 1940. 12¡ Cfr. AAS., 1951, t. 43, p. 506.

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