BCCCAP00000000000000000001454

344 P. MONDREGANES siente la sacerdotal? Basta comprender a fondo la naturaleza del sa– cerdocio integral. « Non sunt multiplicanda entia sine roecessitate ». El sacerdote católico lleva consigo la misión redentora de Cristo, de quien es ministro. En este argumento podemos distinguir dos cosas: Vocación misio– nera en un sentido lmto y vocación misionera e~ un, sentido, estrict-O ( 32 ). Concedemos de buen grado que todo sacerdote en virtud de ordena– ción sacerdotal debe ser el continuador de la misión redentora de Cristo; que debe sentir el espíritu misionero como un deber; que debe tener ardientes deseos de la salvación de las almas y trabajar para que el reino de Cristo se extienda por todo el mundo. Puede y debe amar las misiones, rogar por las misiones, trabajar por las misiones en la enseñanza, en la predicación, en la prensa, en el confesonario, en la parroquia; en los seminarios, en los centros docentes, en su acti– vidad y piedad sacerdotales. Aún más; si puede, debe también coope– rar materialmente con limosnas, con aportaciones, dando sus cosas y la actividad de su persona en favor de las misiones. Su oración, su celo, su trabajo, su caridad deben revestirse de un espíritu católico, universal, misionero. Pero todo eso lo puede realizar sin ir a los campos de misión; sin ser enviados por sus superiores; sin haber visitado ninguna misión; sin haber instruído o convertido, directamente a lo menos, a ningún infiel; sin haber fundado ninguna comunidad cristiana. Muchos san– tos y santas tuvieron verdadero espíritu misionero y nunca fueron misioneros en el sentido teológico y jurídico de la palabra. Santa Te• resita del Niño Jesús tuvo un gran espíritu misionero y nunca salió del claustro carmelita de Lisieux. b) Jesucristo impuso a los Apóstoles y a sus sucesores el precepto de predicar a toda criatura y evangelizar al mundo. Luego los Obispos juntamente con los sacerdotes, sus cooperadores en el ministerio; tie– nen ya la vocación misionera comunicada por el mismo Salvador. El precepto de evangelízar fué dado directamente a los Apóstoles y a sus sucesores; in'diroctamwnte a los sacerdotes y fieles. En el sen– tido. de que éstos están obligados a cooperar y ayudar a aquéllos. Pero no se sigue por eso que tengan vocación misionera, es decir, que to– dos tengan que marcharse a misiones entre los acatólicos y ser envia– dos a primera línea en el ejército misionero. Esto sería perjudicial para la misma Iglesia; porque es necesario que no todos se vayan, a fin de que en los territorios católicos haya (32) Para evitar equívocos, lo que al11unos llaman vocac10n 1111s1onera en el sentido lato, nos parece mejor llamarlo espíritu misionero que se debe dar en todo cristiano, religioso y, a fortiori, en el sacerdote.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz