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146 I. IRIARTE pronto se convirtió en un equivalente del superlativo mínimo. Y ciertamen– te con esta concepción Francisco se llamaba a sí mismo «el menor», «el más pequeño», «pequeño y siervo» (Test 41; UltVol 1; 2CtaF 87; CtaO 3; lCta Cus 1; 2CtaCus 1; CtaA 1).1 5 Véase también REr 5: «puedan pedir limosna como pobres pequeñuelos» (que corresponde al italiano «poverelli»). El texto de Le 22, 26 reevoca en Francisco el de Mt 18, 1-5, donde Jesús dice que es necesario hacerse como niños pequeños para entrar en el Rei– no, como también el de Mt 11, 25, en el que se afirma que los secretos del Reino serán revelados a los pequeños. 9) Jn 4, 23s: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en es– píritu y en verdad» El Evangelio de san Juan, como se ha demostrado,1 6 fue muy leído y meditado por Francisco; más aún, se puede decir que ha informado en gran parte su espiritualidad. Jn 4, 23s es citado muchas veces: 1 R 22, 30s; Adrn 1, 5s; 2CtaF 19 s. Francisco lee en este texto la invitación a adorar y orar a Dios con pu– reza de corazón y con sinceridad, a practicar una religión y santidad in– terior del espíritu y no de apariencias externas (1 R 17, 12). 10) Jn 6, 63: «El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida» «Las palabras del Señor son espíritu y vida»: 1 R 22, 39; Test 13; Adm 1, 6; lCtaF II, 21; 2CtaF 3. Estas citas demuestras la fe con que Francisco leía la Palabra de Dios escrita, en especial 2CtaF 3: «Puesto que soy siervo de todos, a todos es– toy obligado a servir y a suministrar las odoríferas palabras de mi Señor. .. y a comunicaros las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es la Pala– bra del Padre, y las palabras del Espíritu Santo, que son espíritu y vida». Y nos explican la gran veneración del Pobrecillo a las «santísimas pa– labras escritas del Señor»; sufría al verlas en lugares poco dignos y que– ría que fuesen recogidas y colocadas en sitio decoroso: Test 12; CtaCle 12; lCtaCus 5; CtaO 34, 35. 11) Jn 17, 11: «¡Padre santo!» Le gustaba a Francisco dar a Dios este título: 1 R 22, 45; 23, 1; lCtaF I, 14, 18; 2CtaF 56, 59; AlD 2; OfP 1, 5; 1, 9; 5, 9; 6, 12. 15 Cf. M. Steiner: "Todos nosotros, hermanos menores y siervos inútiles", en Sel Frau n. 24 (1979) 373-384. 16 O. Van Asseldonk: S. Juan Evangelista en los escritos de S. Francisco, en Sel Fra.n n. 24 (1979) 459-483.

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