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FISONO.MÍA ESPIRITUAL DE LOS CAPUCHINOS 283 pia.» De ahí el papel que concedían a la pobreza como la gran liberadora de los impedimentos para la oración. Se hicieron proverbiales las máximas de Bernardino de Asti: «La ora– ción es el fin de la Regla de san Francisco... Sin oración es imposible perseverar en la vida religiosa... si queréis ser buenos, haced buena ora– ción; si mejores, haced mejor oración; si perfectos, haced perfecta ora– ción. Seréis tanto más buenos y agradables a Dios cuanto mejor oración y más grata al Señor hagáis ... Si me preguntáis en qué consiste la vida religiosa, os respondo que consiste en la oración. Y si mil veces me lo preguntáis, os diré siempre que consiste en la oración... » (Melohor de Pobladura). En el capítulo de Albacina se habían establecido, además del tiempo destinado tradicionalmente en la Observancia a la meditación, «otros dos tiempos, uno después de Vísperas y otro antes de Tercia, pero no oración pública, a son de campana, sino secreta» (n. 8). La misma resistencia a con– vertir la oración mental, eminentemente individual y espontánea, en acto de comunidad, aparece en los estatutos de Quiñones para las casas de retiro que, como ya he dicho, inspiró en buena parte las Constituciones de Albacina: «Donde hay espíritu del Señor, allí hay libertad (2 Cor 3, 17). Por lo tanto, pueden los hermanos, en esos tiempos de oración, tomar la postura corporal que más les plazca, siempre que permanezcan en la iglesia, o el coro, o en el claustro, o en el capítulo, juntos o separados». 3 Pero no tardaría en. imponerse la tendencia a la uniformidad natural en toda institución religiosa, haciendo de la meditación en común un acto más de observancia, no sabemos si en beneficio o en perjuicio de Ja verdadera actividad contemplativa. Quedó en las Constituciones, desde 1536, el bello párrafo sobre la pri– macía de la oración mental y el espíritu de oración: «Siendo la oración la maestra espiritual de los hermanos, a fin de que no se entibie en los hermanos el espíritu de la devoción, sino que ardiendo continuamente en el corazón se encienda cada día más, como lo deseaba el seráfico Padre, por más que el verdadero hermano menor ora siempre, se ordena con todo que, a este fin, se destinen para los tibios dos horas de oración en privado, una durante todo el año después de Completas, la otra después de Nona desde Pascua hasta la Exaltación de la Santa Cruz, y después d.e los Maitines de medianoche desde la Exaltación de la Santa Cruz hasta Pascua. Y tengan en cuenta los hermanos que orar no es otra cosa que hablar a Dios con el corazón; no ora el que habla a Dios sólo con la boca. Por lo cual cada uno se esforzará por hacer oración mental y, según la doctrina de Cristo, óptimo Maestro, adorar al eterno Padre en espíritu y en verdad (Jn 4, 24), atendiendo diligentemente a iluminar la mente e inflamar el efecto más bien que a articular palabras» (n. 41s). 3 J. Meseguer: 1.c., 465s.

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