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FISONOMÍA ESPIRITUAt DE LOS CAPUCHINOS 295 trata solamente de una formulación ideal. Aquellos capuchinos situaban muy al día las posibilidades evangelizadoras de la reforma en el mo– mento histórico: «Podrá hacerse diferencia entre los infieles mansos, dó– ciles y dispuestos a recibir fácilmente la fe cristiana, como son los nue– vamente descubiertos por los españoles y portugueses en las Indias, y los turcos o agarenos, que solamente con las armas y la aplicación de tor– mentos sostienen y defienden su maldita secta.» Y termina el párrafo: «No se fijen los prelados en lo reducido del número de hermanos ni sientan la partida de los buenos, sino más bien, dejando en manos de Aquel que tiene continuo cuidado de nosotros toda solicitud y ansiedad, obren en todo como les dicta el espíritu de Dios y dispongan todo con la caridad que nada hace mal» (n. 143). Pasarían más de cincuenta años antes de que los capuchinos iniciaran b actividad misionera en forma organizada. Pero muy pronto serían los más valiosos impulsores de la restauración católica en los países protes– tantes de Europa, infatigables operarios de unión entre los cristianos de Oriente y denodados heraldos de primera línea en las avanzadas misione– ras de Africa y de América. Las provincias españolas figurarían, desde me– diados del siglo xvn y durante todo el siglo x•.'III, a la cabeza de ese des– pliegue, en especial en las reducciones de Venezuela. CONCLUSIÓN La lección del pasado para el actual momento de renovación De nuevo nos hallamos en el esfuerzo por volver sinceramente al Evan– gelio y a san Francisco. ¿Cuáles son los elementos de la espiritualidad de la reforma capuchina que constituyen un reclamo en el momento actual? l. Ante todo, esa misma consigna de retorno a san Francisco, supe– rando convencionalismos y adherencias de tiempos y situaciones que ya no existen. Hoy tenemos medios mejores de conocer el espíritu y las «in– tenciones evangélicas» del Poverello. Pero quizá nos falte aquella since– ridad elemental de los reformadores. 2. El elemento contemplativo, esencial en la vida franciscana, está en la aspiración de muchos y es actualísimo en un momento en que el Espíritu Santo está impulsando tantos movimientos en el seno de la Iglesia hacia el descubrimiento de la oración como clima de la experiencia de la fe. No estaría mal exagerar, como en los comienzos de las refor– mas, esa nota de retiro y de recolección para recobrar el sentido de la oración. 3. «Los contemporáneos nos interpelan con insistencia, a nosotros los religiosos, sobre nuestra fidelidad a la pobreza prometida» (Pablo VI,
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