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LÁZARO IRIARTE, O. F. M. Cap. FISONOMÍA ESPIRITUAL DE LOS CAPUCHINOS RASGOS FUNDAMENTALES DE SU ESPIRITUALIDAD Para celebrar el IV centenario de la fundación de los capu– chinos en la península ibérica, se organizaron unas jornadas conmemorativas en Barcelona los días 26-28 de abril de 1978, dedicadas al estudio de la historia y espiritualidad de la reforma capuchina. Los trabajos que se presentaron en dichas jornadas han sido publicados en «Estudios Franciscanos», de donde to– mamos este artículo del P. Iriarte, suprimiendo las citas de obras poco accesibles a nuestros lectores. Fisonomía espiritual de los capuchinos, en Estudios Franciscanos 79 (1978) 267-292. Cuando los capuchinos se establecieron en Barcelona, 1578, la pujante reforma se hallaba en lo que podríamos llamar la tercera fase de su evo– lución. Dejada atrás la etapa de la reacción primera contra la institución, con su tanto de espíritu de rebelión y de fondo polémico, superada la crisis sobrevenida con la apostasía de Bernardino Ochino, la Orden se había situado en el pueblo de Dios con una conciencia segura de su per– sonalidad espiritual y de su misión en la Iglesia. El Concilio de Trento había visto en su primera época al vicario general de los capuchinos sen– tado entre los demás superiores generales de las Ordenes religiosas, pero había contribuido a impulsar la vida y la acción de la reforma hacia una mayor institucionalización, especialmente por lo que hace a los estudios y a los medios de apostolado. La estadística dada a conocer en el capí– tulo general de 1578 enumeraba 21 provincias, todas en Italia, 325 casas y 3.746 religiosos. Las 21 provincias eran italianas; ese mismo capítulo de 1578 instituyó los dos comisariatos de Francia, que agrupaban los conventos fundados desde 1574, en que llegaron a París los primeros capuchinos. Italianos fue– ron los que configuraron el espíritu y la vida de observancia de la pri– mera generación francesa. Los capuchinos españoles, iniciadores de la reforma en Cataluña, se habían formado en Italia. El sello italiano, muy marcado en lo que se refiere a la fisonomía interna, tuvo gran parte en el estilo de las comunidades que se fueron extendiendo por España, si bien poco a poco, como pasó en las provincias del otro lado de los Alpes, la índole nacional se fue abriendo paso, creando no pocos conflictos, que aparecerían en la visita de los ministros generales, empeñados en ver rela– jación en todo lo que pudiera contrastar con el modo de vivir italiano. Aun la severidad empleada por san Lorenzo de Brindis en su recorrido

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