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230 SERAFÍN DE AUSEJO Pero la diferencia principal entre Isaías y san Pablo está en el enfo– que del problema y en el sentido que uno y otro dan a palabras literal– mente idénticas. Ya hemos visto que Isaías hablaba de una promesa con– minatoria decretada por Dios (el exterminio de gran parte de la nación) y de una promesa consolatoria que Dios decididamente realizará (una restauración religiosa y nacional), la cual llevará Dios a cabo por medio de unos pocos nada más, por el célebre «resto» de Israel. Pablo concreta su pensamiento en el grave problema que tiene a la vista, a saber: en cómo los judíos han rechazado a Cristo y en cómo los gentiles han sido llamados también, por pura misericordia de Dios, al mesianismo. En– cuentra la solución del problema, principalmente, en Os 2, l. 23, donde el profeta vaticina que también vendrán a ser «hijos de Dios vivo» aque– llos que antes no habían sido «su pueblo». Bajo el influjo de este pensa– miento de Oseas, Pablo adapta ahora a su argumentación el texto de Isaías que ya hemos examinado y lo aplica al corto número de judíos y al gran número de gentiles que aceptaron el mensaje evangélico. Aquel «resto» de Israel, los supervivientes del peligro asirio, sobre los cuales Dios res– tauraría la religión y la patria, son ahora, en la pluma de Pablo, el pequeño núcleo de judíos que entraron en el cristianismo. Ellos constituyen el verdadero «resto» del Israel espiritual, que se mezclará, por la común fe cristiana, con los numerosos creyentes venidos de la gentilidad. A pesar de esta diferencia de sentido, o de esta ampliación del pensa– miento de Isaías por parte de Pablo, éste se mantiene, en cierto modo, más fiel al pensamiento de Isaías en hebreo que la misma versión de los LXX, aun citándola literalmente, tal vez de memoria. La idea de abre– viar no la ve Pablo en el participio «suntemno», que para él, como para Isaías, sigue indicando la decisión con que Dios ciertamente llevará a cabo su propósito. Esa idea de abreviar está más bien incluida en el contexto y en el reducido número (el «resto» profetizado) de judíos que abrazarán el cristianismo. Pero la versión que la Vulgata latina ofrece de Rom 9, 27-28, es la que más ha contribuido a difundir la idea de abreviación; y abreviación, en la palabra. Dice así: «Isaías clama también sobre Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, las reliquias serán salvas; porque palabra consumadora y abreviadora en justicia, porque pa– labra abreviada hará el Señor sobre la tierra (verbum enim con– summans et abbrevians in aequitate, quia verbum abreviatum faciet Dominus super terram).» La Vulgata no sigue aquí el texto que dan los mejores códices griegos, sino que se suma a los de la recensión antioquena, los cuales reproducen íntegramente, y casi a la letra, el texto de los LXX. 3 Además, traduce el 3 Recuérdese que, mientras en el AT, la Vulgata latina, en general, es traducción per-

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