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íís SERAFÍN DE AUSEJÓ Corno se ve, la idea de exterminio decidido (o decretado), desbordante de justicia, queda no poco esfumada en el griego de los LXX. Esta versión, por de pronto, resume la idea de «exterminio» en el hebraísmo «palabra» (= cosa decretada); traspasa los participios pasivos hebreos (decidido, cosa decidida) a participios de presente, refiriéndolos a la acción directa de Dios; y abandona, además, la significación propia de esos términos, para acentuar con ellos la idea de «brevedad» (bien refiriéndola a la limi– tación de la promesa misma en su contenido; o bien reduciéndola en cuan– to al tiempo, es decir, que será realizada pronto, con rapidez; o en cuanto a sus destinatarios, a saber, extendida a unos pocos). En conclusión. El sentido del texto hebreo es que Yahvéh tiene ya de– cretado, decidido, un exterminio justísirno; exterminio o cosa decidida y decretada que Dios ha de realizar sobre Israel y sobre las regiones limítro– fes. Consistirá en un aniquilamiento general, casi total. Por muy numeroso que sea el pueblo de Israel, sólo un pequeño «resto» se librará de la ca– tástrofe, el cual servirá de base para la futura restauración. Esta restaura– ción consistirá en el restablecimiento de la religión y en la nueva indepen– dencia nacional, libre ya del amenazante poder asirio, precisamente por estar fundada sobre la firmeza de la fe en el Dios de Israel. Pocos serán los que sobrevivan al decretado exterminio; sólo un «resto». Pero este «resto» tendrá la virtud y la eficacia de salvar las esencias de la religión y de la patria, porque, en consideración a él, Dios ciertamente las restablecerá. El sentido de la Vulgata latina queda obscurecido principalmente por dos motivos: por haber tornado en la raíz hebrea haras la línea de abreviar, en vez de «decidir», «decretar», y por haber traducido el participio equi– valente a «rebosante de justicia» por el futuro, más inexpresivo, de «inun– dabit iustitiarn» («rebosará justicia»). El pensamiento, sin embargo, se mantiene todavía en la línea de destrucción o de exterminio que el Señor realizará sobre Israel. La versión de los LXX acentúa todavía más, si cabe, la idea de abre– viación; omite la idea de exterminio, que sólo se conserva en el contexto general de la frase e implícitamente en el sustantivo «logos», «palabra»; no recoge diversos matices del hebreo; cambia los sujetos; introduce el hebraísmo lagos (en significación de cosa, objeto, y no sólo de palabra hablada o escrita) para indicar una «determinación», una «decisión»; y en– foca todo el pasaje hacia la frase final: «Porque una palabra abreviada (= determinación decisiva) realizará Dios en toda la tierra», dejando en toda su ambigüedad el sentido de «abreviada», que no sabernos si se refiere a que la promesa de Dios quedará reducida en su contenido, o más bien si será reducido el número de los destinatarios de tal promesa, o si será limitado el tiempo de espera, porque su realización (¿de la promesa, o del exterminio?) ha de venir rápidamente. El resultado es que una destruc– ción decidida se ha transformado en una palabra abreviada. Y estas indecisiones de la versión de los LXX, en nuestro caso, son tanto más de lamentar cuanto que, por haberla utilizado san Pablo en

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