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226 SERAFÍN DE AUSE1ó bién aquí «con brevedad de sermón», pero con relativa solidez exegética e histórica-, examinar de cerca cuál es el sentido de esas palabras en el texto sagrado. Y no sólo en san Pablo, sino también en Isaías, donde aparecen por primera vez. Y quisiera, por último, averiguar cuál es la exégesis que san Francisco supone en su Regla y en qué sentido relaciona la frase bíblica con la predicación de sus hermanos. He visto en mi estudio que la cuestión es bastante complicada, tanto por lo que se refiere al texto bíblico y sus versiones, como por lo que hace a la interpretación medieval de este texto en tiempos inmediata– mente anteriores a nuestro Padre. Procuraré exponer las cosas ordena– damente. I. EL TEXTO DE ROM. 9, 28, EL DE IS. 10, 22s, Y SU SENTIDO Naturalmente, al incluir este pensamiento bíblico en su Regla, Fran– cisco no se propuso averiguar cuál era el sentido del texto de Isaías, y mucho menos, cuál es el valor que esas palabras del profeta tienen en la versión de los LXX o en el texto hebreo. A lo más, se limitaría a tomar esa frase directamente de la carta a los Romanos según el texto latino. Sin embargo, no estará de más, para ver la evolución del pensamiento desde el profeta a san Pablo y de éste a san Francisco, examinar un poco este texto bíblico, primero en Isaías y luego en el Apóstol. Y ello, en el texto original y en las versiones griega y latina. 1) Sentido de la frase en Is iO, 22s. La perícope de Is 10, 20-23, reviste características plenamente isaia– nas, tanto por su estilo como por las circunstancias históricas que en ella se reflejan. Podrá discutirse si el profeta se refiere a los tiempos de Acaz (736-721 a. C.) o de Ezequías (721-693 a. C.). Pero, evidentemente, la perí– cope está encuadrada en el ambiente histórico en que vivió el profeta. En Is 10, 5-19, anúnciase cómo el reino de Asiria, al que Acaz acudiera en demanda de auxilio (y, en parte, también acudió Ezequías), convertido luego en opresor de Israel, ha de ser totalmente aniquilado. Una vez rea– lizado este exterminio de Asiria, quedará libre el camino para la verda– dera restauración de Israel. De ella trata ahora Isaías en los vv. 20-23. Pero esta restauración no se llevará a feliz término sino a través de un «resto» providencial. La gran masa del pueblo será rechazada. De nada servirán las actuales o futuras alianzas con el poderoso Imperio asirio, que una vez más se convertirá en opresor. La salvación vendrá sólo de Dios, en quien l<l>s supervivientes confiarán firmemente. Y será obra de unos pocos nada más. Aunque el pueblo de Israel sea numeroso como las arenas del mar, sólo un «resto» volverá a su Dios. Los demás queda– rán excluidos ele la restauración. Dios lo ha decretado así, y la justicia

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