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232 SERAFÍN DE AUSE.tO tividad y con firme decisión. Una torcida interpretación de sus palabras, ocasionada principalmente por la versión de los LXX en Isaías, y por la Vulgata latina en la carta a los Romanos, hizo derivar las frases isaianas y paulinas hacia un sentido que nunca tuvieron en Isaías ni en san Pablo. II. SENTIDO EN QUE ADUCE SAN FRANCISCO LA FRASE DE ROM. 9, 28, EN SU REGLA El sentido en que san Francisco aplica en su Regla, como norma que sus hermanos han de seguir en la predicación, la frase de san Pablo, pa– rece plenamente obvio. Él quiere que sus hermanos prediquen llana y sen– cillamente, que no sean grandilocuentes oradores, sino breves y sencillos predicadores evangélicos, expositores humildes de las verdades divinas, de los vicios y virtudes, de la pena y la gloria futuras. Esta acomodación de la frase paulina está, evidentemente, fuera del ambiente ideológico del texto sagrado. Sólo tendría su justificación si las palabras de san Pablo, verbum breviatum, como suenan en la Vulgata latina, se entienden materialmente, al pie de la letra, sin atender al con– texto ni a la intención del autor sagrado. ¿Fue san Francisco el primero que les dio tal significación concreta, en el sentido de que Cristo predicó con «palabra abreviada», brevemente? ¿Cómo habían sido interpretadas esas palabras de san Pablo en tiempos anteriores al Seráfico Padre? ¿Y las tomó él directamente del texto de la carta a los Romanos, o tal vez le llegaron por otros caminos? La cuestión me parece un tanto complicada y me parece necesario comenzar por hacer un poco de historia. Menester será recordar los conocimientos que tenía nuestro Padre de la sagrada Escritura y, además, el valor que se había dado a las p~labras paulinas hasta llegar a S. Fran– cisco. Tal vez el estudio de estos aspectos nos sitúe en la trayectoria seguida por la interpretación de la frase de S. Pablo, y de Isaías, hasta desembocar en el sentido obvio de predicar breve y llanamente, porque así lo hizo Cristo. 1) Conocimiento que san Francisco tenía de la Biblia y frecuente uso que de ella hace en sus escritos Nadie pretenderá que san Francisco conocía y había estudiado la Biblia como la estudiaron y conocieron los grandes doctores de la Esco– lástica, especialmente los que le siguieron en el tiempo, como santo Tomás y san Buenaventura, por no citar a otros. Sin embargo, a pesar de que él dice de sí mismo y de sus compañeros que eran sencillos, ignorantes, iletrados («idiotae», cf. Test 19; CtaO 39);

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