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LA ORDEN DE PENITENCIA DE S. FRANCISCO 25 atuvieron a la prohibición pontificia de no ejercer la predicación pública sin permiso de la autoridad eclesiástica local, por lo que se separaron de la Iglesia. Para ellos, la predicación y el ministerio sacerdotal no dependían del sacramento del orden, sino de la vida recta y austera de cualquier cristiano. Esta es, pues, a grandes rasgos, la situación religiosa laical al tiempo de la aparición del fenómeno franciscano. Por una parte, el gran auge del movimiento penitencial con su tendencia a consLituirse en fraternidades, abiertas a las per– sonas casadas, sin renunciar a la condición de secularidad. Por otra, los movi– mientos heréticos con su gran influencia sobre el pueblo, precisamente sobre las personas más inquietas religiosamente. En el fondo de ambas corrientes late una gran intuición: el Evangelio no está reservado para una categoría concreta de cristianos, sino que es para todos; nadie tiene en exclusiva el seguimiento de Cristo y de los apóstoles, cosas que en este tiempo se compendiaban en la expresión vida apostólica. Este despertar religioso es expresión de una época que, en prodigiosa expansión económica (no olvidemos que en este tiempo se produce lo que los economistas llaman la «revolución comercial»), quería tomar en serio las exigencias del Evangelio. Este es el ambiente en el que surge la experiencia franciscana y que hay que tener siempre presente para comprender su gran influjo en la vida peni– tencial de su tiempo. Esta influencia cristalizará en ia Orden de Penitencia de San Francisco, más conocida por el nombre de Tercera Orden Franciscana, que en adelante se llamará Orden Franciscana Seglai·. Ahora bien, cuando tratamos de aquilatar históricamente esta influencia, surgen inmediatamente las dificul– tades: ¿Cuál ha sido, en concreto, la aportación de Francisco y sus hermanos a este movimiento penitencial? ¿San Francisco fundó verdaderamente una Orden de Penitencia diversa de la existente en su tiempo? II. ¿FUNDÓ SAN FRANCISCO UNA ORDEN DE PENITENCIA? Tal vez alguien considere sensacionalista este título y como una conce– sión a los tiempos actuales, tan dados a revisarlo todo y a poner en duda lo que hasta ahora se tenía por sólidamente probado. Sin embargo, no va por este camino la pregunta. Los orígenes de la Orden de Penitencia Fran– ciscana están aún envueltos en muchas oscuridades. 23 Durante el siglo xn, como hemos visto, la antigua vida penitente asumió dos características nuevas. En primer lugar, ya no se trata solamente de casos individuales, sino de grupos o fraternidades, es decir, de personas que, sin vivir necesariamente juntas, adoptan un Propósito de vida, se rela– cionan entre sí y aceptan un cierto control de las autoridades del grupo. En segundo lugar, esta forma de vida es accesible a las personas casadas que, una vez aceptado el Propósito, pueden continuar viviendo la vida de matrimonio, mientras los célibes que entran en la fraternidad están obli– gados a la continencia. En 1221 el papa Honorio III aprobó un Propósito de este tipo. Así, estos grupos de Penitentes encontraron su sitio en el ordenamiento jurídico de " A. G. Matanic: I Penitenti francescani dal 1221 al 1289.. ., en Coll. Franc. 43 (1973) 41-63.

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