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24 J. \'. CIURANA tendían a la «perfecta vida evangélica», pero no estaban ligados a una Regla aprobada y a un monasterio masculino o femenino, o a una iglesia. 4. Soluciones heréticas Las órdenes religiosas nuevas sufrieron el influjo de las antiguas y pronto se monastizaron. Ello trajo consigo el dejar desamparado el movimiento religioso popular, deseoso de una vida evangélica. En contrapartida, quienes van a acoger esta efervescencia popular serán los movimientos heréticos. Ello explica el gran desarrollo que éstos tuvieron en la segunda mitad del siglo xn. El arma más eficaz de los movimientos heréticos fue siempre el ideal evan– gélico de toda vida cristiana. Tomando este ideal como criterio de validez y autenticidad en la Iglesia, era fácil usarlo para denunciar a la jerarquía. Los herejes del siglo xu están convencidos de que la vida que ellos practican y predican es conforme al Nuevo Testamento y la única verdaderamente cristiana, mientras que la vida del clero no responde a esta norma, siendo necesario com– batirlos. Las características que hacen a estos movimientos inaceptables para la Iglesia pueden reducirse a las siguientes: crítica contra la Iglesia, contra su doctrina y sus usos; negación de los sacramentos, del culto de los santos, del purgatorio, etc.; el rechazo de la ordenación jerárquica de la Iglesia; la fácil aceptación de ciertas ideas dualistas maniqueas que llevan a una visión negativa de todo lo que es material, por ejemplo, el cuerpo, las relaciones matrimoniales, etcétera, porque todo ello proviene del espíritu del mal. Pero hay que advertir que no fue el dualismo el elemento principal del éxito de la herejía venida de Oriente en el siglo XI, y cuyos seguidores fueron llamados Cátaros a partir de 1163.2 1 Lo que más les ganó partidarios fue su rigorismo moral, siendo llamados por el pueblo los «hombres buenos». Existían dos grupos de cátaros: los perfectos y los creyentes. Los propiamente cátaros eran los primeros. Vivían en comunidad, vestían la ropa de los penitentes, guardaban castidad perfecta y pobreza, ayunaban rigurosamente, viajaban de dos en dos. Ejercían profesiones que facilitaban el contacto con la gente, como la medicina. Los Valdenses o Pobres de Lyon son otro ejemplo típico de este momento. En 1172 un rico comerciante de Lyon, Valdo, deja a su mujer y a sus hijas, renuncia a sus bienes y se dedica a la predicación. Cinco años después ya tenía seguidores; hacían voto de pobreza total, vestían humildemente y calzaban sandalias. Eran itinerantes, dedicándose a la predicación, aunque eran laicos. Cosa muy importante: se hicieron traducir a la lengua vulgar el Evangelio y algunos textos de los Santos Padres; así su predicación ganaba en eficacia. En Italia, después de Arnaldo de Brescia ( + 1155), los movimientos de refor– ma y pobreza tienen un carácter de profunda hostilidad hacia la jerarquía y de preocupación por una vida radicalmente pobre, como aparece sobre todo en el movimiento de los arnaldistas, llamados después Pobres lombardos." Exaltan la vida común y el trabajo, y son contrarios a los procesos, sobre todo a la pena de muerte. Otro grupo a tener en cuenta de este período son los Humillados. Son peque– ños grupos de laicos de origen urbano y pertenecientes a clases sociales mo– destas; viven en comunidad, dedicados a la oración y al trabajo de la lana. Tanto entre los Valdenses como entre los Humillados, hubo grupos que no se ' 1 Cf. H. Gmndmann: Religiose BeweguDJll!n im Mittelalter, Darmstadt 1961, 495s. 22 Cf. A. Frugoni: Amaldo da Brescia nelle fonti del s. XII, Roma 1954.
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