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22 J. V. CilTRANA Junto a esta penitencia oficial existían también en la Iglesia antigua dos medios por los que se conseguía el perdón de las culpas: la profesión monástica y la conversión.1' El primero era abrazar la vida religiosa en un monasterio; de ahí que la profesión religiosa se consideraba como un segundo bautismo. Los conversos, así se llamaba a los que elegían el segundo medio, eran cristianos de ambos sexos que vivían en un monasterio, o en un lugar retirado, o en el mundo siguiendo sus ocupaciones habituales. Lo esencial era llevar una vida mortificada, totalmente casta y continente. Existían cónyuges conversos y espo– sas conversas (la mayoría, esposas de sacerdotes y obispos), que vivían en las propias familias o en un lugar elegido libremente. Resumiendo, se puede decir que en la Iglesia antigua, hasta el siglo VI-VII, la vida de penitente, tal como se ha descrito más arriba, era común a muchos cristianos que, no por haber cometido pecados graves sino por un deseo de mayor perfección o para prepararse a la muerte, pedían libremente entrar en la «penitencia canónica», o emitían la profesión religiosa, o hacían el «propósito» de convertirse del mundo, sin entrar necesariamente en w1 monasterio, pudiendo seguir viviendo con sus familias, o en un lugar apartado libremente elegido, desde donde acudían a su trabajo. 2. Evolución de la penitencia en la Edad Media Es algo ya sabido que durante la alta Edad Media nació un nuevo uso peni– tencial en los monasterios de Irlanda e Inglaterra, el cual se propagó por el continente europeo gracias a los misioneros venidos de las islas y, sobre todo, a S. Columbano. 19 Este nuevo uso lleva el nombre de penitencia tarifada, radical– mente diversa de la penitencia canónica de la Iglesia antigua. Su principal novedad consistía en la sanción precisa de las culpas con correspondientes penitencias y, sobre todo, en la posibilidad de reconciliarse tantas veces cuantas el pecador se acercara al sacerdote. De esta manera se llegó a la existencia de dos modos de penitencia en la Iglesia: el nuevo de la penitencia tarifada, para las faltas secretas, y el antiguo y público, para las faltas si habían producido escándalo. Esta situación de la penitencia eclesiástica se prolongará hasta finales del siglo XIII. En este momento, la penitencia tarifada se ha convertido en el actual rito del sacramento de la confesión, mientras que continúa para las culpas públicas excepcionales (vg. la herejía) la penitencia pública. Como consecuencia, ya antes del siglo XII, los penitentes de la Iglesia eran preferentemente los que abrazaban libremente el género de vida semejante al que en la antigüedad era impuesto por los pecados graves. 20 Antes de entrar en la consideración del movimiento penitencial en el siglo XII, conviene tener presente una distinción para no perdernos en la terminología. Podemos dividir, para entendernos, a los cristianos de este período en tres grupos: 1) seculares: los cristianos simples y normales, sin más apelativos; 2) penitentes: los que han abrazado la forma de vida que hemos visto; 3) regu– lares: los monjes y los canónigos regulares. 11 Ibid., 47s. 1' Cf. P. Galtier: Les orlpies de la pénitence irlandaise, en Rn. Sciences Rel. 42 (1954) 58-85, 204-225; C. Vogel: Composltion légale et commutation dans le system.e de la púlt.ence tarlfée, en Rev. Drolt Can. 8 (1958) 389-418; 9 (1959) 1-23. 20 Cf. C. Vogel: Il pec:catore e la penitenza nel Medievo, Torino-Leumann 1970, 160s.

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