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32 J. \'. Cll:"RAN:A tiende él por ser esposo, hermano y madre de Cristo. Creo que el mejor comentario no suple la lectura directa de sus palabras: «Somos esposos cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a nuestro Señor Jesucristo. Le somos hermanos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está en los cielos (Mt 12, 50). Madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo (cf. 1 Cor 6, 20) por el amor divino y por una conciencia pura y sin– cera, y lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para el ejem– plo de otros (cf. Mt 5, 16). ¡Oh, cuán glorioso es tener un tal esposo, conso– lador, hennoso y admirable! ¡Oh, cuán santo y cuán amado es tener un tal hermano y un tal hijo, agradable, humilde, pacífico, dulce, amable y más que todas las cosas deseable, nuestro Seiior Jesucristo!» (lCtaF 1, 8-13). La segunda parte es el reverso de la medalla. Quien no vive en la peni– tencia, no recibe el cuerpo de Cristo, hace el mal, no observa lo que pro– metió al Señor (interesante esta expresión, porque es una fórmula típica para indicar el compromiso de vida penitencial), es hijo del diablo y ciego, porque no ve la luz verdadera que es Cristo. Vendrá la muerte y tendrá que dejar todas las cosas en las que había puesto su corazón. Así, pues, la carta es ciertamente un «documento de salvación» que Francisco ha dirigido a los hermanos y hermanas de la Penitencia, como nos dicen los biógrafos antiguos del Santo; sin embargo, no podemos afirmar que éstos pensaran precisamente en esta carta cuando emplearon dicha expresión. 2. La «Carta a los fieles» (redacción segunda) 41 En esta segunda redacción encontramos un programa de vida espiritual más desarrollado. Aparecen también ciertos temas más doctrinales, que no se encuentran en la primera redacción. Da la impresión de que Fran– cisco quiere poner en guardia a los destinatarios frente a ciertas doctrinas de los herejes, principalmente cátaros y valdenses, aunque no los nombre expresamente. Francisco tiene una especial relación con los destinatarios de la carta; se denomina a sí mismo «siervo y súbdito de ellos» (v. 1); «vuestro siervo menor» (v. 87). Se siente con la ¿bligación de visitarlos, y, al no poder por estar enfermo, les escribe la carta: «Como soy siervo de todos, tengo que servir a todos y administrar las olorosas palabras de mi Señor. Por eso, viendo que no puedo visitaros personalmente a cada uno debido a la enfer– medad y debilidad de mi cuerpo, me propuse, por las presentes letras y por mensajeros, manifestaros las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es la Palabra del Padre, y las palabras del Espíritu Santo, las cuales son espí– dtu y ,,ida (Jn 6, 64) (vv. 2-3). Estos hombres y mujeres están llamados a seguir de un modo especial a Cristo, viviendo según el Evangelio: «Debemos observar los preceptos y 41 K. Esser: La lettera di S. Francesco ai fedeli, en Col!. Franc. 43 (1973) 65-78.
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