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LA ORDEN DE PE'.IIITENCIA DE S. FRANCISCO 29 devotísimo de la santa Trinidad, se renueva la Iglesia de Dios a través de tres Ordenes, como quedó significado en la reparación de tres iglesias que llevó a cabo anteriorm.ente. Cada una de estas Ordenes fue confirmada en su momento oportuno por el sumo pontífice» (TC 60). Aunque no se encuentre en una biograña de S. Francisco, el hecho de que el Santo fundara una Orden de Penitentes es indicado en un escrito muy antiguo. Se trata de la Exposición del Apocalipsis de un fraile fran– ciscano llamado Alejandro, que terminó de escribir en 1249. Dice así: «El undécimo es el jacinto, que es de color azul, oscuro en la oscuridad y brillante en la luz. Por él se designa a la Orden de Penitentes, que está en el undécimo lugar. Pues .~egún las historias de S. Francisco, después de las Ordenes de los Hermanos Menores )' de las Damas Pobres instituyó la 01·den de éstos». 35 S. Buenaventura trata varias veces de la Orden de Penitencia de S. Fran– cisco en su vida del Poverello, conocida con el nombre de Leyenda mayor, escrita entre 1260-1263. Dado que sigue casi literalmente a Tomás de Celano y a Julián de Espira, no transcribo los te.xtos (cf. LM 2, 8; 4, 6). Pero sí aduciré un párrafo de un sermón suyo sobre S. Francisco, que pronunció el 4 de octubre de 1267: «Instituyó tres Ordenes: la primera fue la Orden de los Hcmnanos menores; la segunda, la Orden de las Hermanas de Santa Clarn, que se llamaban antes Damas Pobres de los santos Cosme y Damián, :v que después de la canonización de santa Clara (1255) se llaman Hermanas de Santa Clara. E instituyó una tercera Orden, que se llama Orden de Penitentes, los cuales son llamados Hermanos Continentes. Insti– tuyó estas tres Ordenes como tres 11.ijas, y están ordenadas a la alabanza de Dios». 36 3. En qué sentido S. Francisco es fundador de una Orden de Penitencia Se podrían aducir algunos textos más, anteriores a la bula de Nicolás IV aprobando la Regla de la Orden de Penitencia (1289), pero son suficientes los indicados. Tratando de sintetizar, vemos cómo los testimonios aducidos atribuyen claramente a Francisco la paternidad de una Orden suya de Penitencia. Esta constituye una parte integrante del movimiento francis– cano. Nacida como resonancia espontánea de la predicación de Francisco exhortando a la penitencia, aunque tiene sus raíces en un movimiento anterior al Santo, recibió una impronta indeleble e inconfundible del carisma religioso del Povercllo. Hizo partícipe al laicado cristiano, en su condición secular y sin distinciones eclesiásticas o sociales, de la vida de penitencia evangélica; lo unió en un espíritu de comunión fraterna, ven– ciendo barreras sociales, y lo empujó a una más intensa interioridad y ' 5 Alejandro el Minorita: Expositio in Apoca)ymsim, c. 21, ed. A. Wachtel, Weirnar 1955, 485. 36 S. Buenaventura: Sermo U de S.P.N. l<'rancisco, n. 1, en Op. Omnia IX, Quaracchi 1901, 576b; cf. S. Ciasen: Die Anfiinge, en Wiss. Weis. 26 (1963) 129s.

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