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244 J. V. CIURANA pretexto ele mayor perfección, se separaban de la observancia y llevaban una vida de vagabundos. Lo que ocurrió en la floreciente Provincia italiana de Las Marcas, podía haber ocurrido en otra cualquiera. El Ministro provincial de la mis– ma, Juan de Fano, ansioso como el que más de una renovación, esperaba que ella viniera desde arriba, de los superiores y de los Capítulos; repug– naba a su índole noble y distinguida toda actitud que se desviase de la legalidad. La experiencia le demostrará que tales reformas llegan tarde y sin eficacia. · I. LOS INICIADORES DE LA ESCISIÓN Mateo de Bascio, 2 joven sacerdote de escasa cultura y temple de pre– dicador popular, pertenecía al grupo de los que en la Provincia de Las Marcas reclamaban la libertad de observar la Regla a la letra. Había entrado en la Observancia hacia 1510, en el convento de Montefalcone. A finales de 1522 y principios de 1523, se declaró una epidemia de peste en el ducado de Camerino, y Mateo, con el permiso de sus superiores, se dedicó a atender a los apestados. Su acción caritativa le valió la amistad de los duques de Camerino, Juan Bautista Varano y Catalina Cibo, sobre todo, de esta última, que será considerada como la madre de los capu– chinos en sus comienzos, haciendo valer su condición de sobrina del papa Clemente VII. En 1525 Mateo tuvo una visión en la que el mismo san Francisco le confirmó en sus propósitos y actitud. Enterado luego de que el hábito que a la sazón usaban los frailes no era el mismo que había usado san Francisco, ya que éste era mucho más áspero y con un capucho punti– agudo cosido a la túnica, lo adoptó sin más y se entregó a la práctica literal de la Regla. Viendo que no podía contar con la aprobación del superior ni con la benevolencia de sus hermanos de comunidad, decidió procurarse la aprobación del papa; y una noche salió secretamente de su convento de Montefalcone y se encaminó a Roma. Obtuvo con facilidad de Clemente VII el permiso, vivae vocis oraculo, para observar la Regla según sus deseos, vestir el hábito que llevaba puesto y andar predicando de una parte para otra, con la única obliga– ción de presentarse todos los años, durante el Capítulo, a su superior provincial. Luego, comenzó a anunciar la palabra de Dios con gran fervor por el ducado de Urbino, teniendo buen cuidado de no aproximarse a los conventos de los Observantes, para no ser apresado por los suyos. 2 Cf. G. Abate: Fra Matteo da Bascio e gli inizi delPOrdine cappuccino, en Coll Franc 30 (1960) 31-77.

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