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, CORRADO GNEO, O. F. M. Cap. EL 450 ANIVERSARIO DE LA REFORMA CAPUCHINA: SU CARISMA Y SU PUESTO HOY EN LA IGLESIA ll 450 Anniversario della Riforma Cappuccina: il suo carisma oggi, la sua posizíone nella Chiesa, en L'Italía Francescana 53 (1978) 3-7. I. MÓVILES DE LA REFORMA CAPUCHINA El 3 de julio de 1528, el papa Clemente VII aprobó la petición que le habían dirigido Ludovico y Rafael de Fossombrone de llevar una «vida eremítica» en algún lugar humilde y alejado de la sociedad de los hom– bres; los motivos que el papa aduce para su aprobación son precisamente el Religionis zelus (título de la bula de aprobación) y la vitae ac morum honestas, el celo religioso y la honestidad de vida y costumbres de los peticionarios, a quienes quería asegurar y defender para que pudiesen crecer como una nueva rama del árbol franciscano. Pero, mientras el papa pensaba darles una pacífica vida escondida acorde con los términos que designaban a la nueva Orden de los «Herma– nos Menores de la vida eremítica» (cf. Religionis zelus, par. 3, 8, 9), el pueblo cristiano intervino espontáneamente en la cuestión de la reforma y -por cuanto parece, al menos según Boverio- llamó a los «nuevos» franciscanos con el cariñoso nombre de «capuchinos». Esto debió identi– ficar de tal mancra la intuición del espíritu dei pueblo con el de la nueva reforma de los franciscanos que estos, ya en las primeras constituciones verdaderas y propias de 1536, se definen simplemente «Hermanos Me– nores llamados Capuchinos», y con este mismo nombre son llamados por Pablo III, por el Concilio de Trento y, después, por toda la historia. Los capuchinos llevan a cabo una relectura popular, muy simple, pero vital, del carisma franciscano y del tiempo eclesial. Y por esta razón, al estudio del origen de los capuchinos se une, muy frecuentemente, el estudio de las fuentes franciscanas. De hecho, su nacimiento, que parece enteramente ocasional y sumido en la debilidad de los hombres, sirve para definir concretamente la índole profunda de la novedad de esta rama del franciscanismo. Germina en pleno Renacimiento, como correctivo de algunas de sus exuberancias triun– falísticas humanistas y como desarrollo de sus valores positivos. El histo– riador no puede menos que estimar «contra toda espectativa de entonces» las razones últimas que salvaron la vida espiritual de Italia, cuando cons– tata que los cristianos, sin excluir a muchos eclesiásticos y religiosos, se creen ante todo hombres y deudores de la humanitas, entendida como naturaleza y como utopía, por lo cual se piensa poder alcanzar de forma
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