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FUENTES DE INSPIRACIÓN DE S. FRANCISCO 187 3) La doctrina, enseñanza y práctica de la Iglesia de su tiempo Fue ciertamente otra fuente, de la qc1.e depende mucho de lo que nos dejó Francisco en sus escritos. Sabemos perfectamente que ningún hombre, por grande que sea, es sólo producto original de la natura 1 eza o una aparición prodigiosa en un momento dado de la historia, sin contacto alguno con la generación a que pertenece o con las generaciones que le precedieron. Necesariamente y sin excepción estamos ligados al tiempo en que nacemos, a la cultura en que nos movemos, a la atmósfera espiritual que respiramos. Sólo así se puede vivir, crecer y tener sentido (E. D'Ascoli). Así es como sucede en todos los niveles. En este sentido se comprende que también Francisco ha de ser nece– sariamente deudor, en su pensamiento, en lo que dijo y escribió, del contexto histórico en que vivió y, muy particularmente, del dima espiritual y doctrinal de la Iglesia en que nació, se desenvolvió y trabajó. La tra– dición y la praxis eclesial lo influenciaron profundamente, muy especial– mente, todo el clima evangélico de renovación que se respiraba en la cristiandad entera del tiempo de san Francisco (P. Dallari). Esto es tanto más cierto cuando sabemos que, al contrario de ciertos movimientos espirituales y paupcrísticos paralelos al movimiento fran– ciscano, el Pobrecillo puso corno punto central de su programa la acep– tación y sumisión a la Iglesia y a su doctrina (Campagnola). La tesis que pretende hacer de Francisco un contestatario, en la línea de los contes– tatarios antiguos y modernos, carece en absoluto de fundamento. La adhe– sión y fidelidad a la Iglesia es una de las notas específicas del movimiento franciscano (Esser). En los escritos de Francisco son constantes los testimonios de adhe– sión y sumisión a la Iglesia y a su doctrina, al magisterio del «Señor Papa», a sus decisiones. La Iglesia era para Francisco el Cristo total, «nuestra madre» (Longpré), como la designa tantas veces. En seguida del inicio, cuando se sintió llamado por el Señor a lanzar al mundo un nuevo movimiento de renovación evangélica, instintivamente fue a someter su Regla a la aprobación del Papa: «El mismo Altísimo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio. Y yo la hice escribir en pocas palabras y sencillamente, y el señor Papa me la confirmó» (Test 14-15). «Esta es la vida según el Evangelio de Jesucristo, que el hermano Francisco pidió que le fuese concedida y confirmada por el señor Papa. Y él se la concedió y confirmó para sí y para sus hermanos presentes y futuros. El hermano Francisco y quien llegue a estar al frente de esta religión prometa obediencia y reverencia al señor papa Inocencio y a sus sucesores» (1 R Pról. 1-3). Lo mismo repetirá en la Regla definitiva: « El hermano Francisco promete obediencia y reverencia al señor papa

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