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FUENTES DE INSPIRACIÓN DE S. FRA-"1:CISCO 185 fácilmente leyendo con atención cada uno de los pasajes en que se refiere a esta trágica realidad de la vida humana. Nos hemos limitado a hablar del pecado. Pero lo mismo se puede decir de cualquiera de los otros aspectos doctrinales tratados por el Santo: la oración, la realidad de Dios, la Eucaristía, la caridad, el perdón, etc. Todo está fuertemente marcado por su experiencia personal. Francisco no era hombre de teorías. Hablaba siempre de lo existencial, de lo que, de una forma u otra, formaba parte de su vida. 2) La Sagrada Escritura Fue otra fuente, de importancia muy particular, de los escritos de san Francisco. La Biblia era la iluminación por excelencia de los más diversos aspectos de su vida (Van Corstanje). Para él, era algo tan familiar que, hablando o escribiendo, se expresaba sin dificultad con el lenguaje de la S. Escritura (l\1. Conti). Estaba convencido de que, sobre todo en el Evangelio, era Jesús mismo quien le hablaba (F. S. Toppi). El Evangelio y los acontecimientos en él narrados no eran cosa del pasado. Cuando lo leía, era Cristo quien estaba presente y le dirigía su mensaje a él que lo estaba allí escuchando (Campagnola). Aunque sin gran cultura científica, como ya hemos dicho, conocía con bastante profundidad los Libros Sagrados y los leía con frecuencia. Basta recorrer sus escritos que, a pesar de su brevedad, nos dan nada menos que 39 citas del Antiguo Testamento y 200 del Nuevo (W. Lampen, en Arc1zFrancHist 17, 1924, p. 443). Por otro lado, debe tenerse muy presente que no es sólo cuestión de mero conocimiento. Francisco tenía verdadera devoción a la palabra del Señor. Sabatier señala, muy acertadamente, que, en el corazón de Francisco, la veneración al Evangelio y al Cuerpo de Cristo constituían un solo y único culto. En uno y en otro él buscaba la presencia real, viva y actuante de Cristo. Era una continua aparición lo que allí se le deparaba y se le revelaba (Sabatier). Era exactamente lo que ha venido a decir en nuestros días el Vaticano II al poner en para:lelo estas dos devociones fundamen– tales de la Iglesia (Dei Verbum, 21). Así habla Francisco en el Testamento: «Los santísimos nombres y sus palabras escritas, dondequiera que los encuentre en lugares indebidos, quiero recogerlos, y ruego que sean recogidos, y colocados en lugar ho– nesto» (Test 12). La devoción que tenía a la palabra del Señor, le llevaba a tener igual– mente devoción y veneración a todos los que están directamente a su servicio: «Y a todos los teólogos y a los que nos administran las santísimas palabras divinas, debemos honrar y venerar como a quienes nos admi– nistran espíritu y vida» (Test 13).
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