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c) En la dimensión social, la Edad Media asistió al nacimiento de el común o municipio con un nuevo dinamismo, el dinamismo que le dan las luchas de artesanos y comerciantes contra la nobleza feudal, la aparición de la burguesía con su poder económico y político, la nueva conciencia del pueblo bajo que halla medios para luchar y hacerse valer en la vida económica y social, etc. San Francisco de Asís encarna muchas aspiraciones de aquella sociedad nueva que se va abriendo camino y con la que se relaciona muy entrañable– mente en todas sus direcciones, bien para romper con ella, bien para asu– mir sus mejores exigencias, bien para superarla introduciendo en ella un nuevo dinamismo. «Es, pues, falso un Francisco de Asís sin influencias ni antecedentes, un Francisco de Asís casi llovido del cielo», dice el P. López. 11 Para nos– otros, san Francisco fue un hombre de su tiempo, un hombre encarnado que amó apasionadamente su época, siendo el mejor catalizador de sus mejores esencias. Pero el problema más grave para nosotros es determinar por qué una espiritualidad supera su momento histórico y permanece viva y actual en otra época. En el caso que nos ocupa, lo importante es saber cómo puede supervivir hoy san Francisco después de siete siglos y medio de su muerte y cuál puede ser su influencia en la experiencia de nuestro tiempo. Toda espiritualidad tiene su raíz y fundamento en un carisma del Es– píritu recibido en el ámbito de la Iglesia y para la Iglesia. La naturaleza de ese carisma viene expresada por el motivo o finalidad del mismo, que puede ser ocasional o permanente, según que cubra una necesidad histó– rica determinada o más bien exprese de un modo original una vida, la vida evangélica. San Francisco nunca se refirió en la línea de su carisma a obras o a actividades peculiares de su Fraternidad, sino más bien se refirió a «vida», es decir, a la vida evangélica. Por eso no determina ninguna tarea (1 R 7) ni asigna ninguna actividad apostólica a sus frailes. Les asignó, eso sí, una misión apostólica perennemente valedera, la de «vivir ellos y manifestar a los demás las exigencias del evangelio» (LM 4). Así escribe el Santo en sus reglas: «Esta es la vida que fray Francisco pidió que le fuese concedida y confirmada por el Señor Papa lnocencio... » (1 R lntrod.). «La regla y vida de los frailes menores es ésta: observar el santo Evangelio de N. S. Jesucristo... » (2 R 1). «La Orden franciscana no se originó, entonces, en la preocupación de corresponder a una situación peculiar del Reino de Cristo en su tiempo. Su inquietud primigenia no fue la de dedicarse a una actividad externa precisa, sino crear una nueva f arma de vida en el seno d~ la Iglesia. Por 11 S. LóPEZ: ¿Un san Francisco distinto?, en Sel Fran n. 1 (1972) 13. 294

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