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El Cardenal, estupefacto, guardó silencio, y . todos los hermanos se llenaron de temor (LP 114; EP 6i; A. Clareno: Expos. Reg., ed. L. Oliger, Quaracchi 1912, p. 128). · La preocupación de los prudentes aparece en la razón: esas reglas «en– señan que se debe llevar la vida regular de tal y tal forma». Querían un apoyo jurídico y disciplinar más uniforme, menos expuesto a la impro– visación y a la espontaneidad. El grupo calló, pero no se convenció. Luego del capítulo de 1219, Fran– cisco emprendió su viaje a Oriente, dejando en Italia dos vicarios suyos, Mateo de Narni y Gregario de Nápoles; éstos, y los demás representantes del partido de los doctos, aprovecharon la larga ausencia del Fundador para dar el primer paso hacia la configuración monástica de la fraternidad. Los vicarios convocaron una ·asamblea de hermanos influyentes y promul– garon unos estatutos que, entre otras cosas, aumentaban los ayunos e im– ponían mayor rigor en la abstinencia (Jordán de Giano: Chronica, 11). Francisco, al tener noticia de lo que estaba sucediendo, aceleró su re– greso de -Oriente. Pronto cayó-en la cuenta de que ·se había iniciado en la fraternidad una evolución irreversible, que él no se sentía en condiciones de controlar; pero tampoco podía dejar la iniciativa en manos de unos hombres cuyos puntos de vista él no compartía. Y fue a buscar el apoyo y la autoridad de la Sede apostólica. Desde entonces comienza la interven– ción oficial de Hugolino como «Cardenal protector». El Fundador, sin abdicar de su responsabilidad como tal, se avino a dejar el gobierno de la Orden en manos de su fiel Pedro Cattani; fallecido éste el 10 de marzo de 1221, le sucedió fray Elías. El capítulo de 1221 no tomó, a lo que parece, determinación alguna sobre la Regla, cuya redacción había completado Francisco con ayuda de Cesarlo de Spira. Lo que sí consta es que ni fray Elías ni los «ministros» la hallaron apta para hacerla aprobar como base jurídica de la Orden. Entonces Francisco se retiró al eremitorio de Fonte Colombo, acompa– ñado de fray León, su secretario habitual, y de fray Bonizzo, jurista acre– ditado; ayudado de ellos, redactó un texto más breve y más preciso. Fue al presentar esta Regla, cuyo tenor se desconoce, cuando tuvo lugar el encontronazo dramático de los hombres de gobierno con el Fundador, hecho del que se hacen eco las fuentes biográficas que dependen de fray León y también san Buenaventura. El relato de éste, en medio de su im– parcialidad, es bastante significativo: Queriendo san Francisco redactar, para hacerla confirmar, una nueva Regla en forma más concisa -ya que la anterior no era más que un centón difuso de textos del Evangelio-, se retiró a un monte con dos compañeros, bajo la guía del Espíritu de Dios ... Cuando la hubo escrito, se la entregó a su vicario (fray Elías), pero éste, pocos días después, afirmó que la había perdido por descuido... (LM 4, 11). 167

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