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LÁZARO IRIARTE DE ASPURZ, O. F. M. Cap. · LO QUE SAN FRANCISCO HUBIERA QUERIDO DECIR EN LA REGLA Texto publicado con el mismo título en Estudios Franciscanos 77 (1976) 375-391. Uno de los aspectos más llamativos de la vida de Francisco de Asís es su conciencia carismática -«ninguno me enseñaba lo que yo debía hacer, sino que el mismo Altísimo me reveló... » (Test.)-, y por otro lado el empeño constante por someter a la comprobación y «confirmación» de la Iglesia Romana todo cuanto él emprende bajo el impulso del «espíritu del Señor». Su instinto superior, su fe, y también su profundo sentido de pobreza-minoridad, le hacían anteponer el fallo de la jerarquía a sus aspiraciones de Fundador, y ello no sólo por un principio de obediencia eclesial, sino aun como garantía de fidelidad al carisma: «para que, siem– pre súbditos y sujetos a los pies de la santa Iglesia, firmes en la fe cató– lica, guardemos la pobreza y humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que firmemente prometimos» (2 R 12). Pero una actitud así, en quien vive a fondo la conciencia de una gran misión, no puede sostenerse sin tensión dolorosa. A Francisco le supuso renuncias y pruebas que purificaron amargamente su espíritu. Y ya es sabido el partido que sacaron de esas situaciones, primero los «espiri– tuales» y, en la época moderna, historiadores protestantes como Sabatier, que han visto en el Poverello como una víctima del centralismo calculado de 1a Curia Romana. El sufrimiento de Francisco, sin embargo, no tiene su causa en la obediencia, costosa sí, pero pronta y gozosa, a la Sede Apostólica, sino en el conflicto cada vez más vivo en el seno de la fraternidad. l. EL PARTIDO DE LOS «PRUDENTES» FRENTE A LA REGLA La fraternidad había comenzado a vivir y extenderse sobre la base de la «forma de vida», escrita «con pocas y sencillas palabras» y confirmada por Inocencio 111 en 1209. Era un texto abierto a nuévas modificaciones y adiciones, y aun a «estatutos» marginales, acordados en los capítulos a medida que eran exigidos por la vida real. Así se fue formando una Regla extensa de inspiración profundamente evangélica: un programa de vida, más que reglamentación de una institución. Quedó completa en 1221; es la que, entre los historiadores, es conocida bajo el nombre de Regla no bulada, porque su texto no obtuvo nunca la expresa aprobación pon– tificia. 165

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