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ción», y al reconocer, en el capítulo doce, e1 derecho a realizar la vocación misionera al hermano que quiere, «por inspiración divina», ir entre los infieles. * ·* * En definitiva, Francisco no logró poner en la Regla todo cuanto hubiera querido, y la causa estuvo en la manera diversa como valoraban sus ínti– mas preocupaciones los «prudentes» responsables de la marcha de la Orden. Pero no es fácil precisar en cada caso hasta dónde llegó el choque y qué es lo que tuvo que renunciar el Fundador a decir en el texto defi-· nitivo. Una cosa, con todo, parece cierta: nadie intentó sustituir a Fran– cisco en sus atribuciones de legislador, ni siquiera en su responsabilidad de autor directo del texto. Francisco reconocía la autoridad legítima del Capítulo, y por eso sometió a la decisión de la asamblea de· 1os ministros sus propuestas sobre la Regla; y aceptó el fallo del Capítulo. Reconoció, con mayor razón, la suprema autoridad de la Sede apostólica, y parece que ciertas cosas recibieron una última revisión por orden de Honorio III en el momento de preparar la bula de aprobación. Ni siquiera lo5. «espi– rituales» más fanáticos, que recriminaron a los ministros. el haber impe– dido la traducción de textos caros al Fundador, llegaron nunca a afirmar que la Regla bulada no fuera obra de Francisco en todas y cada .una de sus partes, más aún, «inspirada por Cristo» literalmente. ¡ATENCION! Para todo lo referente a nuestra Revista, Redacción o Administración, diríjase a: 178 SELECCIONES DE FRANCISCANISMO Apartado 7004 C/ Franciscanos, 4 VALENCIA-3

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